Hace tiempo que leí esto que os presento a continuación, y
he publicado fragmentos, pero realmente nuestro país, y no solo nuestro país,
todo el mundo y toda la sociedad, está en un momento en el que todo va a
cambiar, a mejor o a peor solo está en nuestras manos, y he creído interesante
exponer este texto, que aunque habla sobre la realidad en Reino Unido, hoy día
podría aplicarse a practicamente todos los países occidentales.
Beyond Amnesty es un texto único que disecciona la dura
realidad de la autolesión y el absoluto deterioro de la salud mental de los
habitantes de los países capitalistas occidentales. Una oportunidad para romper
tabúes, una lectura que perturba y obliga a pensar... Avisamos al lector:
posiblemente te duela lo que leas, es el precio a pagar cuando no se quiere
mirar a otro lado y hacer como si no pasara nada.
NOTA: Este texto lo he copiado y pegado tal cual, no he
querido revisar las faltas ortográficas que pueda haber ni absolutamente nada,
para así mantenerlo tal cual lo escribió/escribieron la/las autora/as
“Si unx no sabe cómo hablar es porque unx no sabe qué decir
y viceversa. Y unx no sabe cómo hablar y qué decir porque todo ha sido
banalizado, reducido a mero símbolo, a apariencia. El significado, que ha sido
considerado una de las grandes fuentes para la revuelta, una forma de energía
radiante, ha sido erosionado. Lo han roto, molido y pulverizado… ¿Qué dice unx?
¿Qué hace unx en medio de un desierto? Despojadx de palabras para expresar la
rabia por el sufrimiento que se ha vivido, despojadx de esperanza para superar
la angustia emocional que devasta la existencia diaria, despojadx de deseos con
los cuales luchar contra la razón institucional, despojado de sueños hacia los
cuales dirigirse para barrer la repetición de lo existente, muchos sujetos se
barbarizan en la acción. Una vez que la lengua se paraliza, las manos tiemblan
por hallar alivio a la frustración. Inhibido de manifestarse, el impulso hacia
la alegría de vivir se trastoca, transformándose en su opuesto, el instinto de
muerte. La violencia explota y, al carecer de significado, se manifiesta de una
manera ciega y furiosa, contra todo y contra todos, trastocando cualquier
relación social. Donde no hay una guerra civil, están las piedras que se lanzan
desde los puentes a las autopistas o los asesinatos de padres, amigxs o
vecinxs.”
Crissus & Odosseus. Barbarians: Disordered Insurgence
A veces me pillo riendo… y el sonido de la alegría en el
espacio muerto y amurallado que es el mundo civilizado queda atrapado en mi
garganta.
Será provocador o polémico decir que hay veces en que
quisiera tener un enemigo visible. Que mi alma anhela ser una guerrillera, una
insurgente, vivir una insurrección. Y, con ello, que también acepto que mis
amigos o yo podríamos resultar heridos, encarcelados o muertos en la batalla,
pero que lo haremos con una alegría de líneas claramente marcadas y la
sensación de que algo mejor que esto pueda llegar. Mi cuerpo desea luchar y
liberarse. Moverse. Escalar. Bailar. Hacer el amor. Atravesar e ir más allá.
Correr. Destrozar.
Quiero vivir entre gente que es consciente de que vivimos en
guerra. Una guerra contra la vida. Contra el espíritu. Quiero vivir entre gente
que no se mire a las manos ni evite tu mirada cuando hables de lucha o
insurrección porque, en el fondo, saben que han claudicado, y porque -tal vez,
sólo tal vez- nunca han odiado realmente el sistema. Entre personas que no
hayan sido compradas. Que no comieron las pastillas que les ofrecían porque
preferían luchar con su sensación de angustia patologizada que vivir en la zona
muerta. Que no fingen estar luchando cuando es obvio que lo que están haciendo
es convertir un campo de batalla en un jardín. Quiero estar en un lugar en
donde la guerra sea admisible.
Me encuentro con alguien a quien no había visto en 5 años.
Hablamos sobre gente que conocemos y gente que no – cómo les va, qué hacen.
Muchxs de ellxs están quebradxs. Deprimidxs, perdidxs, al borde. Algunxs se han
suicidado. Otrxs se han asentado y están satisfechos, entablando un compromiso
emocional con el sistema porque, como un amigo escribió, si fuera fácil no lo
llamarían lucha, y algunas veces te cansas demasiado de luchar contra el
fantasma.
No necesitas una pistola para matar a alguien.
No necesitas ladrillos para hacer una cárcel.
Quiero un enemigo que no sea yo, que no sea los enemigos en
que convierto mis relaciones. Quiero que mi sensación de tensión y belicosidad
– mi sensación política y emocional de estar sitiada, de estar bajo ocupación –
se refleje en el exterior. Alguien dijo una vez que ir a Palestina era un
alivio porque, de repente, la realidad exterior iba a la par con su experiencia
emocional cotidiana en el Reino Unido (RU): una situación de crisis. Y yo
también siento esto. En disturbios, en grupos, en acciones. En donde vivo, el
enemigo es tan grande que engloba todo, incluso a mí misma. No hay esperanza
más allá de esta realidad. Después de todo, éste es un lugar a donde la gente
viene buscando asilo. Sigue siendo una tierra prometida en donde las calles
están pavimentadas con oro. ¿Cómo se pelea contra eso? No hay ningún dentro o
fuera del sistema. Y parece que no hay salida.
Uno de los sucesos más conmovedores para mí en los últimos
años fueron los disturbios de París – o al menos las noticias que leí sobre
ellos. Un joven describía su rabia, su grito de rechazo. Muchos no podían
entender sus acciones – había quemado los coches de sus amigos, había
destrozado el lugar en el que vivía. ¿Estaba confuso? No lo creo. Para él no
había futuro, ni ninguna esperanza de cambio, así que destrozó lo que odiaba.
Su vida. Al igual que los suicidios y autolesiones “sin sentido” que tienen
lugar cada minuto en el RU y el resto del mundo, fue un acto de rabia, desafío
y tristeza. Fue un intento de ser efectivo, aunque el acto en sí mismo pueda
parecer inútil y caótico.
Algunas veces lo único que nos queda es chillar con la
esperanza de que algo se haga añicos.
…
Estoy intentando entender la política de la violencia
autoinfligida en el RU y, como siempre, mi escritura es un pensamiento
extendido, una idea, una perspectiva, una intuición, un trabajo en curso y, por
supuesto, está basado en mi propia experiencia y posición dentro de la vida y
la sociedad. Algunas veces, cuando estoy mejor, me siento muy lejos de las
ideas que aquí exploro. Y entonces vuelvo a tropezar, mi habilidad para
levantarme decae y vuelvo a estar en el más oscuro de los lugares; es allí
donde nació este texto, y es allí donde vuelve a tener sentido. Así que toma de
él lo que quieras en donde sea que te encuentres.
Lo que originalmente me inspiró a escribir fue sospechar que
la idea de que somos unos privilegiados por vivir en un estado capitalista
avanzado como el RU persiste incluso entre aquellos que consideran que tienen
una postura política radical, o sea, anticapitalista y/o antiestado. Esto se
revela en los comentarios más casuales, por la insistencia de alguna gente,
cuando hablamos acerca de salud mental y de la vida en el RU, en que no puedo
comparar el vivir aquí con vivir en el Tercer Mundo o en un país en desarrollo.
Hay indignación. Hay una cierta postura… defensiva. ¿Cómo me atrevo siquiera a
comparar estas cosas? Y también me siento un poco incómoda con lo que estoy
escribiendo porque, aunque no estoy intentando entablar una comparación, la
propaganda del privilegio también ha echado raíces en mí. Claro está, puedes
tener un puesto privilegiado dentro del marco de referencia de un sistema
particular – por ejemplo, ser un hombre blanco con dinero es muy distinto a ser
un hombre negro y pobre en una sociedad capitalista. Pero esto es distinto a
pensar que de todos los posibles sistemas sociales, políticos, espirituales,
emocionales y económicos de los seres humanos, nosotros en el RU hemos creado
el sistema en el cual somos capaces de alcanzar nuestro potencial humano y
satisfacer nuestras necesidades y deseos.
No quiero hacer ninguna comparación de experiencias, ni
infravalorar los horrores, la pobreza, y la lucha de la gente en otros países…,
tampoco glorificarlas. Está claro que hay gente de otros países que arriesga su
vida para llegar aquí y, algunas veces, encuentra refugio de otros sistemas
políticos y una mejor calidad de vida y salud. Sin embargo, creo que es posible
y vital señalar el impacto que tiene sobre nuestra humanidad, libertad y salud
el vivir en una sociedad capitalista, tecnológicamente avanzada y de
alta-vigilancia, e intentar desafiar cualquier noción de privilegio, sin entrar
en una competencia entre mundos, entre experiencias en diferentes escenarios
del capitalismo global.
Si no lo hacemos, la gente de aquí siempre luchará por “la
otra/el otro”, debilitando la resistencia genuina, haciendo que las expresiones
de solidaridad escondan un sentido taimado de “qué suerte tenemos”, de
paternalismo, y se vuelvan una excusa para no impulsar la lucha de aquí. Hay
cientos de personas en una noche de solidaridad con luchas latinoamericanas,
pero sólo veinte en un evento de apoyo a presos encarcelados como consecuencia
de luchas en Occidente.
Creo que la poca salud mental de una gran parte de lxs
británicxs desmiente cualquier idea de que exista un buen sitio para estar en
el capitalismo. Los problemas de salud mental son pandémicos, pero yo sólo sé
cómo es crecer y vivir aquí, así que éste es el lugar que analizaré. La
depresión es una de las principales causas de muerte en Occidente. Donde yo
vivía, en el noreste de Leeds, de una población de 170.000 personas,
aproximadamente el 25% sufre o ha sufrido en algún momento (es decir, ha
buscado ayuda) problemas de salud mental. Son muchxs.
…
La primera cosa que quiero hacer al despertar es destruir
las paredes…
…la segunda es destruirme a mí misma.
…
Al lado de mi cama hay un gráfico colgado en la pared.
Muestra cuántos pacientes han sido atendidos en el departamento de urgencias de
este hospital en los últimos 6 meses y la razón por la que fueron ingresados.
Sólo en este hospital de urgencias casi 1600 personas llegaron tras haberse
autolesionado.
…
Cientos de miles de personas se autolesionan cada año en el
RU y se estima que alguien se quita la vida en esta isla cada 82 minutos. El
despotismo de los modelos biomédico, farmacológico y psicoterapéutico de salud
mental continuará intentando persuadirnos de que el problema está dentro de
nosotros, como individuos, como organismos desajustados que están fallando.
Puedo estar de acuerdo con esto, en cuanto a que nuestras condiciones
existenciales tienen un efecto devastador en nuestra salud física y mental:
nutrición pobre, ambientes estresantes, relaciones inestables, polución (aire,
luz, material y ruido), agresiones generalizadas, soledad, trabajo y tecnología
omnipresente; todo esto dificulta, a mi parecer, extraordinariamente, nuestra
capacidad para crear y mantener una buena salud, un buen cerebro, unas buenas
relaciones sociales y un buen humor. Pero, por otra parte, creo que nuestra
salud mental, o la falta de ella, es sobre todo una respuesta normal a unas
circunstancias anormales y constituye, de alguna manera, la línea de frente,
las trincheras, en la guerra contra la humanidad llevada a cabo por el
estado-nación y la masacre económica.
…
Hay 23 paredes en mi piso de una sola habitación. Hay 6
ventanas, 4 cuatro de ellas permiten que entre algo de luz, todas están en
frente de más paredes. Hay techos y suelos. Hay 4 pisos en mi bloque, sin
contar los dos bajos. Casi nunca veo a la gente que vive en ellos. Hay una
puerta eléctrica pesada que da al pasillo de entrada comunitario, flanqueado
por paredes de ladrillos, cubierto por una fina alfombra desgastada y que acaba
en unas estrechas escaleras de metal. El bloque, como un día bromeó un policía
que venía a detenerme tras haber dado conmigo, es una fortaleza.
Salgo de mi piso para ir a pasear, acudir a citas y
asambleas o para tomar un café con lxs amigxs. Algunas veces ni salgo. No tengo
ninguna razón para hacerlo. O ninguna motivación. Estoy deprimida. Suicida.
Encuentro actividades para ocupar mi tiempo. Cuando salgo del piso, estoy
rodeada por ruido, gente, edificios, tráfico, malos olores, cámaras y
uniformes; policía, oficiales de apoyo a la comunidad, agentes peatonales,
agentes de tráfico, seguratas, conductores de autobús, oficinistas,
cybergóticos y emos, canis, antifascistas, yonkis, padres, anarcos, hippies.
Nunca veo el horizonte, casi nunca veo la luna. Ni las estrellas. Hay un
pequeño espacio verde pero está apartado y por lo visto tengo adicción a mi
jaula. Recuerdo que cuando era niña tuve un hámster. Se pasaba casi todo el
tiempo intentando cavar un túnel en una esquina de la jaula para encontrar la
libertad, así que lo saqué de ella. No demoró ni un segundo. Se dirigió directamente
a una esquina de la habitación y siguió cavando. No se dejaba engañar por la
jaula más grande. Soy como un perro atado a una cadena, me puedo apartar un
poco pero el arnés alrededor de mi cuello vuelve a tirarme hacia atrás para
recordarme que hay limitaciones, que la única revolución en mi vida es su
circularidad implacable. Que tengo una circunferencia, que no soy libre, no
importa cuánto intente convencerme a mí misma de que tengo el control, de que
puedo causar efecto. Me aplasta la ilusión de poder escoger. Me siento obligada
a tener que escoger entre un millón de tipos de naranja cuando, en realidad, lo
que quiero es una manzana. No cabe duda de que la vida está hecha para vivirla
con urgencia, con imperativos o, al menos, con algún significado que venga
desde fuera de mi propia invención. No cabe duda de que yo no debería estar
preguntándome en qué momento escogeré la muerte…
…
Mi sentido del olfato ha cambiado, es más agudo por la
fetidez de la civilización. Madreselva y azufre. Perfume y meados. El humo de
un autobús como si alguien me hubiera aplastado la cara contra una alfombra
vieja. Como una epiléptica antes de su ataque, alertada por el olor de peras o
almendras. Me inmoviliza para que no luche. Mordiéndome la lengua porque si
comienzo a gritar nunca pararé.
…
Se piensa que las autolesiones son la segunda causa de
ingreso en las salas de emergencia del RU (la primera son los “accidentes”). La
definición de autolesión intencionada (Deliberate Self-Harm, o DSH) se refiere
a comportamientos de violencia autoinfligida como cortes, ingestión de
sustancias tóxicas (incluidas las sobredosis de droga), quemaduras, cabezazos
contra las paredes, tirones de pelo e intentos de suicidio. Otros
comportamientos arriesgados más aceptados socialmente y más extendidos como el
abuso del alcohol, el tabaco, los desórdenes alimenticios y el sexo sin
protección también se consideran autolesiones, aunque no se incluyen en las
estadísticas de autolesión.
…
Entre la pobreza demoledora de Lincoln Green, estoy tumbada
en una cama de hospital, un lugar de seguridad momentánea, con frío, sola,
asustada, avergonzada, consumida por la culpa, desesperada por escapar de mi
propia cabeza. Sólo quiero dejar de ser yo misma. Dejar de estar aquí. Hacer
algo que rompa mi vida, que la abra y revele algo mejor. Algo más tolerable.
Tengo dos heridas en mi muñeca izquierda y puñaladas en mi muslo derecho.
Supongo que no es normal atacarse a una misma. Un doctor con cara preocupada
lee mis notas. ¿Te alegras de estar viva?, me pregunta. No mucho, le respondo.
Lo que sea. Con tal de que algo cambie.
…
Corto para que las cosas sean mejores.
…
Las estadísticas de autolesiones son problemáticas. La
violencia autoinfligida se suele llevar a cabo en secreto, y muchos casos nunca
llegan a los hospitales de urgencias. Sin embargo, un estudio gubernamental
publicado en 2001 indica que aproximadamente 215.000 adultos en el RU podrían
haberse autolesionado en un periodo de doce meses, y que más de 24.000
adolescentes ingresan cada año en los hospitales por herirse a sí mismxs. Una
vez más, estas cifras no incluyen la violencia doméstica, el abuso de
sustancias tóxicas, el suicidio, los desórdenes alimenticios ni otros
comportamientos autodestructivos. En su ensayo La política de la tortura:
Dispersando los mitos y entendiendo a los supervivientes, Joan Simalchick
escribe que “…el uso sistemático y generalizado de la tortura hoy en día no
tiene precedentes… Amnistía Internacional describe la tortura como la epidemia
del siglo XX.” En el RU parece que hay una epidemia sin precedentes de
autolesiones que ofrece, con sólo mirarla someramente, el inquietante panorama
de una cultura caracterizada por la violencia sistemática y generalizada, pero,
en este caso, autoinfligida.
La violencia autoinfligida es un tema complicado y mucha
gente no lo entiende -incluso lxs que la llevan a cabo-. También hay gente que
manifestará públicamente no entender estos actos mientras en privado se
autohiere, o se dedica a otras formas de autoabuso socialmente más aceptadas,
algunas de las cuales han sido históricamente instituidas por los gobiernos y
la industria con el objetivo concreto de establecer un control social y
beneficiarse de él, las más conocidas son el alcohol, las drogas (las
recreativas y las recetadas) y el tabaco.
La autolesión se suele explicar como una necesidad de
control, comunicación y castigo. De la misma manera, la tortura trata de
controlar al individuo, forzarlo a comunicar y castigar a la víctima y su
comunidad. La violencia autoinfligida ha sido descrita como “una respuesta
normal a circunstancias anormales.” Es un indicador de que no todo está bien en
el mundo interno de alguien. Y el hecho de que sea un problema tan grande
dentro de nuestra sociedad -junto con los problemas de salud mental en general-
muestra que no todo está bien en nuestro mundo colectivo. Los animales en
cautividad se autolesionan, y los seres humanos, sobre todo en Occidente, son
cada vez más propensos a ello.
…
Me parece que casi no existe la necesidad de “desaparecer”
personas, torturarlas, someter directamente a la población a aquellos que la
controlan. Hemos sido entrenadxs para hacerlo nosotrxs mismxs.
…
El sistema en el que vivimos ha estado desarrollando y
perfeccionando sus técnicas de control social durante cientos de años:
masacres, persecución religiosa, colonización, patrullas de reclutamiento
forzoso, ahorcamientos masivos, esclavitud y servidumbre, cercamientos de
tierras[1] y destrucción de propiedades colectivas, deportaciones, el
manicomio, la fábrica, la cárcel, el aula de escuela, el fascismo, la sociedad
de vigilancia en Alemania del Este, donde había un agente de la Stasi por cada
50 habitantes (sin contar a los informadores), y, en el RU de hoy en día, un
estado neofascista en donde cada ciudadano puede esperar que le filmen con
cámaras de circuito cerrado al menos 300 veces al día (“Démosles algo que
observar” dice una publicidad al final de mi calle), y donde se esta
construyendo una inmensa base de datos que constituirá los cimientos de un
proyecto de tarjeta de identificación que proporcionará acceso a toda tu
historia personal (perfil familiar, expediente escolar, historial de salud
física y mental, muestra de ADN, escáner de retina y huellas digitales), a los
cuales podrá acceder cualquier autoridad que consulte tu tarjeta de identidad,
y que contendrá también un perfil de tus actividades, como la cantidad de
alcohol que compras o dejas de comprar.
…
Gran Bretaña está fundada en la violencia, el exterminio y
la tortura: hacia la tierra, hacia otras especies, hacia individuos y
comunidades. Y antes de que el imperio saliera a conquistar el mundo, tenía que
conquistar a la gente dentro de sus propias fronteras. El sistema en el que
vivimos se basa en el genocidio y en el cercamiento. Algunos teóricos definen hoy
nuestra transición de una vida basada en la naturaleza a otra dependiente de la
agricultura, la industria y la tecnología como un ‘trauma original’, cuyo
resultado psicológico es una nación poblada por gente que padece un trastorno
por estrés postraumático como forma de vida.
Algunos de estos sucesos ocurrieron hace tanto tiempo que no
los recordamos. Pero estamos rodeados de las consecuencias. Y aquí, el
gobierno, los educadores, las instituciones y los que sacan provecho han
aprendido lecciones valiosas de la historia y han conseguido un
perfeccionamiento de control social que hace de la resistencia un acto
complicado: porque los perpetradores de violencia ya no son tan obvios, ya no
es directamente el estado sino nosotrxs contra nosotrxs mismxs.
…
Chelis Glendinning habla sobre el trauma original que sufren
todas las personas que se han criado en Occidente. El trauma original es un
pesar profundo: pérdida de lugar, de personas, de propósito. Imagina estar
sumidx en un ciclo eterno de angustia. Disforia. No tienes que imaginarlo, lo
vivimos. ¿A qué distancia está tu familia biológica? ¿Con qué frecuencia los
ves? ¿Cuándo los perdiste o cuándo te dejaron? ¿Cuántas personas de tu “familia
escogida”, es decir, tus amigxs, viven en un rango de 200 km desde tu casa?
¿Con qué frecuencia las ves? ¿Cuántos campos en los que solías jugar o pasear
han sido cercados o están urbanizados? ¿Cuántos amantes has tenido y perdido?
¿Puedes llegar a entablar una relación sin necesidad de preguntarte cómo y
cuándo acabará? ¿En cuántos lugares has vivido y de cuántos te has ido? ¿Cómo
de asustadx te sientes? ¿Cómo de perdidx? ¿Cuántas veces has vivido un
sentimiento profundo de propósito colectivo y después, sin que tú lo puedas
impedir, cambian los tiempos, la gente o tu mismx y te encuentras de nuevo solx
y sin propósito?
No deberíamos tener que sufrir tanto. ¿O sí?
…
Soy un bebé, una niña, una chica pequeña. Vivimos en un
pueblo naval sórdido, mis abuelos viven en Londres. Los vemos con bastante
regularidad, pero cuando se van a casa me agarro a ellos y grito. No quiero que
se vayan. Comienzo el colegio. Dejo el colegio. Empiezo en otro. Amigos
distintos. Mi hermano va a un internado, lo paga la Marina. Lo extraño. Abusan
sexualmente de mí y pierdo mi cuerpo. Dejo el colegio. Mi padre se va. Nunca
vuelvo saber de él. Intento ahorcarme. Entro a otro colegio. Amigos distintos.
Mi madre se vuelve a casar. La pierdo. Una abuela muere. Su marido se vuelve a
casar y se muda al norte. Nunca volvemos a saber de él. Dejo el colegio. Voy al
instituto. Intento matarme. Entro en la Universidad. Amigos distintos. Ciudad
diferente. Amo a alguien. Rompemos. Intimidad, después silencio. Dejo la
universidad. Me mudo de pueblo en pueblo. Amo a alguien. Nos perdemos el uno al
otro. Cambio de pueblo. Cambio de pueblo. Cambio de casa. Cambio de pueblo.
Intimidad. Retiro. Cambio de país. Lxs mismxs amigxs. En diferentes lugares.
Amo a alguien. Rompemos. Cambio de ciudad. Amigxs en diferentes lugares. Lxs
amigxs se mudan. Yo me mudo. Conexión. Retroceso. Esperanza. Miedo.
Aniquilación. Alienación. Estoy en un calabozo. Estoy en una prisión. Estoy en
un hospital. Estoy en el trabajo. Estoy en mi piso. En ningún lugar me siento
bien. Siento que ningún lugar es seguro. Nadie es seguro. Nadie me sienta bien.
No me siento segura. No me siento bien. No quiero estar sola, pero mis
relaciones parece que sólo me hacen daño. No se cómo amar, ni a mí misma ni a
lxs otrxs. No sé como dejar que me amen. No sé como vivir. Y sigo jodiéndolo
todo.
…
Una breve comparación entre las técnicas de autolesión y las
técnicas oficiales de la tortura da qué pensar. Y la autolesión es más
frecuente entre la población más expuesta a la tortura: mujeres y niñxs, sus
familiares, presxs (la incidencia de autolesiones entre hombres presos es igual
a la de las mujeres “libres”), grupos étnicos oprimidos, cualquier persona que
haya sufrido violencia sistémica y sistemática. Hay más hombres que se suicidan
de forma efectiva, pero también hay más hombres que mujeres que mueren en combate.
Analizar las razones y las funciones sociopolíticas de la
tortura, sus definiciones y técnicas y las consecuencias para la víctima y las
comunidades involucradas, es, a mi modo de ver, un camino útil y revelador para
entender la violencia autoinfligida en las economías capitalistas como el RU.
La función sociopolítica de la tortura es romper el poder
del individuo. Es una forma de desarticular la voluntad psicológica de la
víctima y de crear una cultura del miedo, no sólo en el individuo torturado,
sino también en la comunidad de la que se podría extraer la próxima víctima. El
torturador pocas veces quiere matar. Es un medio para el control social y las
víctimas de la tortura son su herramienta.
Las técnicas empleadas por el torturador abarcan un amplio
abanico de posibilidades. Incluyen palizas, heridas de corte o punzantes,
quemaduras, electrocución, experimentación forzada, extracción de extremidades
o tejidos, condiciones físicas extremas, tortura sexual, tortura mental
(amenazas, ejecuciones simuladas, encierros en soledad o privación sensorial).
Las técnicas de autolesión son parecidas.
…
“¿Te cortas con cuchillos, cuchillas, vidrio roto, agujas,
clavos, clips, pins, tijeras, tachuelas, cualquier cosa que caiga en tus manos?
¿Golpeas tu cabeza contra las paredes? ¿Das puñetazos contra ellas hasta que
tus nudillos se magullan o sangran? ¿Te lanzas contra cristaleras? ¿Quemas tu
piel o tu cabello? ¿Te tragas pilas para que se abran y su ácido te queme por
dentro? ¿Te golpeas con objetos contundentes? ¿Te golpeas en el estómago, las
piernas, la cabeza? ¿Intentas romper tus propios huesos? ¿Expones tu cuerpo a
condiciones climáticas extremas sin cubrirte y así quedas insolada, congelada,
resfriada o febril? ¿Miras directamente al sol hasta que casi te ciega? ¿Te
tiras del pelo? ¿Te muerdes o arañas hasta sangrar?”
Razor (sitio web sobre la autolesión).
…
Un director de operaciones de la Stasi en la antigua RDA
(Alemania del Este) describe, en relación a las formas de paralizar a los
ciudadanos opositores, el objetivo de estos procedimientos como “desarrollar
apatía (en el sujeto)… para llegar a una situación en la cual sus conflictos,
ya sean de índole social, personal, profesional, de salud o políticos, se
vuelvan irresolubles… suscitar miedos en él… crear y desarrollar desilusiones…
restringir sus talentos o capacidades… reducir su capacidad de acción y
utilizar desavenencias o contradicciones a su alrededor con este propósito.”
Claro está, la forma en que actuaban en la RDA es bastante diferente de lo que
sucede en el RU, pero estas descripciones se podrían aplicar al estado de salud
mental de muchos británicos hoy en día. La directiva ‘Zersetzungsmassnahmen’
significa, literalmente, ‘aniquilación del ser interior’ e incluye la creación
de “situaciones comprometedoras para ellos generando confusión acerca de los
hechos… y engendrando comportamientos depresivos e histéricos en la
persona-objetivo.” Aquí (Reino Unido) no hay agentes secretos que decidan si
puedes acceder a uno u otro trabajo, casa o escuela. Sólo hay una ingeniería
social. No hay agentes secretos que nos comprometan confundiendo los hechos o
engendrando comportamientos depresivos en personas-objetivo. No hay agentes
secretos: sólo hay un sistema intangible pero eficazmente opresivo en donde el
carcelero es todo aquello que deseas (y que se nos dice que es lo que la gente
de todo el mundo desea), todo lo que piensas, todo lo que te rodea. Hay una
confusión masiva perpetrada por los medios de comunicación y hay una cultura
del miedo creada por el gobierno y su guerra contra el terrorismo, contra los
jóvenes, los sin techo y los inmigrantes, además de por los métodos
tradicionales para crear miedo a través de la imposición de normas culturales
como el trabajo y la familia nuclear. Allí está la pobre salud mental de
millones de británicos. No hay agentes secretos, pero el resultado es el mismo.
No hay personas-objetivo, sólo una sociedad de individuos desvinculados de
forma generalizada, alienados los unos de los otros y de sí mismos, fuera de
control, jodidos y apáticos, deprimidos o caóticamente cabreados.
Aquí, en Gran Bretaña, los ciudadanos no son torturados de
manera rutinaria. Hay ejemplos de violencia evidente hacia individuos,
perpetrada por el estado y sus instituciones -en particular, dentro del sistema
policial, del sistema de prisiones y del sistema de salud mental-, con
detención obligatoria, neutralización farmacológica forzada y prácticas como la
TEC (terapia electroconvulsiva o por electroshock -básicamente, daños
cerebrales-) y la neurocirugía (la infame lobotomía, que todavía se practica
aquí) , pero nada de esto sería enmarcado en un contexto de tortura. La mayoría
de la violencia en Gran Bretaña parece ocurrir entre ciudadanos o contra sí
mismos.
La tortura ocurre en cuartos pequeños, celdas manchadas de
sangre vigiladas por guardias penitenciarios psicópatas. La tortura ocurre en
países con dictaduras o guerras. La tortura se refiere a la amenaza. Amenaza a
nuestra integridad: como una mente, un cuerpo, un alma, como una comunidad. La
tortura se refiere a la creación de una cultura del miedo, círculos de silencio
y obediencia absoluta a algo o alguien que no eres tú. Pero, ¿es posible que la
sociedad capitalista en la cual vivimos no sea más que una vasta cámara de
tortura sin lugar fijo que utiliza técnicas psicológicas muy avanzadas, tan
astutas que llegamos a confundir un estado de tortura con un estado de
privilegio?
…
En cualquier lugar del mundo hay gente con cicatrices.
Después de todo, esto es el capitalismo global. ¿En qué piensas cuando piensas
en cicatrices? ¿Piensas en las fotos de piel negra marcada por instrumentos de
tortura en dictaduras lejanas publicadas por Amnistía Internacional? ¿Piensas
en las cicatrices en los cuerpos de mujeres, niños y hombres sometidos a violencia
doméstica? ¿Piensas en las marcas de jeringas en brazos de yonkis en los
lugares más oscuros de la ciudad? ¿Piensas en cicatrices en el rostro de
hombres que se han peleado en un pub o que han sido asaltados o atacados por
chavales encapuchados? ¿Piensas en el pequeño círculo de vacuna en la parte
superior del brazo de todos los adultos para protegerlos de las enfermedades de
la civilización? ¿Alguna vez has notado las cicatrices en los brazos de la
gente “normal”? Líneas blanquecinas extrañas e inexplicables que surcan la piel
de hombres y mujeres de todas las edades. Mira a tu alrededor. Las verás. Es
como quitarse una venda y volverse sensible a estas marcas y lo que hay detrás
de ellas. Las cicatrices no son el privilegio del Tercer Mundo, de dictaduras
evidentes, de zonas de guerra oficial. La guerra contra la vida no tiene
fronteras, y sea cual sea el punto del capitalismo en que vivamos, en cualquier
lugar del mundo en que nos encontremos, por mucho que nos digan lo
privilegiados o lo desafortunados que somos, todos y todas estamos heridxs y
marcadxs por ella. Estas cicatrices cuentan la historia de la civilización. Son
todo lo que necesitas saber.
…
“Hay una diferencia entre la pobreza en el Tercer Mundo y en
Occidente… cuando mi amigo filipino me preguntó por qué tanta gente intenta
suicidarse aquí, simplemente no supe qué responderle. Para quien nunca la ha
padecido, la pobreza de nuestra cultura es muy extraña… [...] hay otra
solidaridad en un nivel más profundo de la lucha. Tiene que ver con el acto
cotidiano de vivir, es la lucha contra la alienación de nuestras propias
vidas”.
Extraído de un panfleto de Solidaridad Pacífico Sur
…
A cada vez más gente en el RU se le diagnostica un trastorno
por estrés post-traumático (TEPT) o un DESNOS (Desorden de Estrés Extremo sin
Especificar, que involucra la exposición repetida y prolongada a experiencias
traumáticas). Yo considero que los diagnósticos no reflejan lo importante, pero
en este caso me parecen útiles. El TEPT solía ser un problema aplicado a
supervivientes de la tortura o de situaciones de guerra, amenaza a la
integridad física o desastres naturales. Pero incluso las autoridades psiquiátricas
han tenido que admitir que hay mucha gente que cumple los síntomas de TEPT sin
haber sido sometidas a las causas comunes que se le asignaban (es decir, no
siempre pueden explicar sus síntomas como el resultado de un acontecimiento
traumático concreto como una guerra o un encarcelamiento), de ahí viene el
DESNOS.
Abusos a niñxs, abusos sexuales, violencia doméstica,
ruptura matrimonial, divorcio de los padres, todos son reconocidos como
posibles factores que contribuyen al inicio de un TEPT. Pero todos los síntomas
que componen el TEPT también son comunes en muchos otros desórdenes mentales:
la ansiedad, la depresión y los problemáticos “desórdenes de personalidad”
(cualquier personalidad o comportamiento que te marca fuera del consumidor
somatizado, con salario, obsesionado con los productos que puede comprar,
conformista y políticamente inactivo), que han sido inventados por las
compañías farmacéuticas para vender más drogas y por los psiquiatras y el
sistema de justicia para poder invalidar y extraer de la sociedad a todos
aquellos que rehúsen someterse.
…
Tengo doce años. Un año después de que mi padre nos
abandonara. El año en que mi madre se vuelve loca, rompiéndome cepillos en la
cabeza cada noche a causa de su frustración, abusando emocionalmente de mí,
golpeándome, empujando mi cara contra la nieve porque está enfadada y sola y lo
exterioriza con la persona equivocada porque la persona correcta no la
escuchará, dejándome sola porque ya no puede aguantar la casa que alguna vez
compartieron. Estoy de pie bajo el marco de su puerta, es de noche, no puedo
dormir, estoy desesperada por decir algo pero perdí mis palabras. Me ruega que
me vaya a la cama, que la deje dormir. No puedo moverme. No puedo hablar. Mi
padre finge no conocernos si nos lo cruzamos en el supermercado o en la playa.
Mis sentimientos ya no cuentan. Trato de ahorcarme, llena de odio y rabia, de
amor reventado, de esperanza reventada y de confianza reventada.
…
Me arrastran al psiquiatra. Literalmente arrastrada,
pateando y gritando, a través del páramo de la Costa Sur, a la sombra de buques
de guerra, barcos prisión y viejas fortalezas, por debajo Portsdown Hill y sus
instalaciones de investigación militar de ladrillo rojo, pasando una
urbanización tras otra de pisos de protección oficial podridos y cuarteles
navales, bajo la lluvia, a un psiquiatra y, desde entonces hasta hoy, soy yo
quien ha hecho algo mal, hay algo equivocado en mí. Mi padre le envía a mi
madre textos sobre análisis transaccional y mi madre se deleita con que el
primer psiquiatra rehúse recibirme porque hago demasiadas preguntas,
forzándolo, a mi manera infantil, a mirarse a sí mismo. Soy una chica difícil,
al menos eso dicen. Incontrolable. Demasiado lista para mi propio bien. Soy mi
peor enemiga.
…
Entonces, ¿qué, en nuestro mundo, podría llevar hacia un
TEPT o un DESNOS?
“Los sucesos traumáticos experimentados directamente
incluyen, pero no se limitan a, combate militar, asalto violento contra la
persona (agresión sexual, ataque físico, robo, atraco), ser secuestradx, ser
tomadx como rehén, atentado terrorista, tortura, encarcelamiento como
prisionerx de guerra o en un campo de concentración, crimen, desastres
naturales o causados por el ser humano, accidentes de coche graves o ser
diagnosticadx de una enfermedad que amenace tu vida. Para los niños, los
eventos sexuales traumáticos pueden incluir experiencias sexuales en momentos
inapropiados del desarrollo personal, sin que necesariamente haya amenaza de
violencia, violencia o daños. Los sucesos traumáticos presenciados incluyen,
pero no se limitan a, observar heridas graves o la muerte por causa no natural
de otra persona debidas a ataques violentos, accidentes, guerra, desastres, o
haber visto inesperadamente un cadáver o partes amputadas de un cuerpo. Los
sucesos traumáticos experimentados por otrxs de los cuales se tiene noticia,
incluyen, pero no se limitan a, asalto violento a la persona, accidente grave,
heridas graves sufridas por un miembro de la familia o amigo cercano…”
(DSM-IV-TR: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la
Asociación Americana de Psiquiatras, 1994)”
…
Un informe de 1989 estimaba que a los catorce años, lxs
chicxs en Occidente han presenciado alrededor de 11.000 asesinatos en
televisión.
…
Tenemos más comida de la que podemos comer. Tenemos acceso a
diferentes medios para entretenernos: televisión, cine, radio, la industria
musical, Internet, PlayStations. Nuestrxs hijxs tienen juguetes y tecnología
con las que se mantienen ocupadxs. No nos atacan ejércitos, paramilitares o
policías secretas. Podemos transportarnos fácilmente de un lugar a otro.
Podemos vivir donde queramos y viajar por el mundo. Tenemos educación para
todxs y oportunidades laborales. Tenemos suficiente dinero para vivir -algunxs
más que otrxs-, pero pocxs de nosotrxs no tenemos nada. Tenemos drogas
recreativas para disfrutar y drogas médicas para mantenernos vivxs y dejar de
sentir demasiado. La mayoría no teme por su seguridad física, nuestras casas
están protegidas y nuestras prisiones están literalmente desbordadas (la
solución es meter a lxs presxs en contenedores de mercancía modificados).
La gente muere aquí de malnutrición, no por hambre, sino por
obesidad. Muchos occidentales la sufren en su día a día. La comida que comemos
ha sido descrita como ‘anti-nutritiva’ por algunos nutricionistas -importada,
empaquetada con materiales tóxicos, y producida por una maquinaria de
agricultura industrial masiva (suelos pobres e insecticidas)-. La comida rápida
y las chucherías no son comida. La comida que comemos no nos sana, nos hace
daño. El conocimiento y proceso de cultivar, cosechar y recolectar nuestra
comida también se ha perdido -junto con el proceso curativo de estas
actividades, nuestra conexión con la naturaleza y la sensación de autonomía
sobre nuestras necesidades básicas y supervivencia-.
Soportamos sobredosis de información -una especie de ruido
blanco- totalmente banal, anestésica y paranoica. La capacidad de concentración
ha disminuido y la interacción humana está cada vez más mediada por la
tecnología. En lugar de nuestras vidas “reales” tenemos “realities”. Nuestras
conversaciones, así como nuestros espacios privados, son interrumpidos
constantemente por llamadas al móvil, nuestras amistades se mantienen a través
de los mensajes de texto y los e-mails.
Vivimos en una cultura del miedo al otrx. Estamos enchufadxs
a los ordenadores y la televisión. La educación -como siempre- se basa en
enseñarnos a no cuestionar, a pasar exámenes, a aprender sólo lo que el
gobierno quiere que aprendamos, a rompernos para que seamos un engranaje más de
la máquina. Un informe reciente de la UNICEF sobre niñxs en el RU lxs describió
como lxs más infelices del mundo desarrollado.
Aquí tenemos el estado del bienestar. Tenemos tarjetas de
crédito. Tenemos una pobreza relativa, en vez de absoluta, junto a la
propaganda de las oportunidades y la elección.
Ya no recordamos cómo curarnos a nosotrxs mismxs. Incluso si
nos acordáramos, las enfermedades producidas por la sociedad tecno-industrial
probablemente estén fuera del alcance de los remedios tradicionales, y la
industrialización ha eliminado muchas de las plantas que empleaba la medicina
natural. El RU es un desierto agrícola e industrial.
Estamos sujetxs a una vigilancia constante, aumenta el
número de policías, agentes cívicos, seguratas, cámaras, furgonetas con vídeo,
equipos de seguimiento de audio en los McDonald’s y las estaciones de tren,
pulseras de seguimiento electrónico, móviles con cámaras y rastreo de llamadas
y de correo electrónico.
…
[bares] [tiendas] [restaurantes] [parques] [comiendo]
[caminando] [calles] [centros urbanos] [bloques de oficinas] [cajeros
automáticos] [probadores] [dormitorios] [desvistiendo] [vistiendo] [piscinas]
[puertas] [autopistas] [polideportivos] [playas] [tejados] [helicópteros] [furgonetas
de vigilancia] [hablando] [abrazando] [luchando] [mcdonald's] [juzgados]
[cafeterías] [comisarías] [teléfonos móviles] [llorando] [bailando] [clubs]
[pubs] [centros de salud] [corriendo] [empresas de taxi] [taxis] [cárceles]
[pasillos de escuelas] [aulas] [patios de escuelas] [parques infantiles]
[parkings] [aeropuertos] [estaciones de tren] [estaciones de autobús] [trenes]
[autobuses] [puertos de ferry] [esquinas] [vallas publicitarias] [webcams]
[aprendiendo] [viajando] [estando quietx] [análisis de movimientos]
[vestíbulos] [ascensores] [ayuntamientos] [starbucks] [casas] [bancos]
[barracones del ejército] [análisis biométricos] [análisis de patrones de
grupos] [planetarios] [cines] [teatros] [gimnasios] [parques de atracciones]
[causando disturbios] [polígonos industriales] [barrios de protección oficial]
[gasolineras] [satélites] [escaleras] [observando] [tosiendo] [metiendo goles]
[sonriendo] [muriendo] [robando] [amando] [follando] [besando] [agarrando]
[bebiendo] [quedando] [despidiendo] [comprando] [fumando] [perdiendo el tiempo]
[durmiendo] [trabajando] [esperando] [jugando] [rezando] [desobedeciendo]
[universidades] [centros comerciales] [galerías de arte] [bibliotecas]
[hospitales] [vendiendo] [mercados] [en el R.U. eres grabado un promedio de 300
veces al día]
…
Imagina los diferentes uniformes que patrullan las calles,
cielos, edificios y centros urbanos en Gran Bretaña y ponlos todos en el mismo
uniforme, digamos, un uniforme militar…
…
Se están introduciendo sistemas de altavoces en las zonas
comerciales del RU: ladran mensajes desde un cuerpo invisible que te previene
contra los carteristas o te dice que recojas lo que acabas de tirar al suelo.
…
Tenemos drogas para hacernos felices -legales e ilegales-,
para hacernos olvidar que estamos estresadxs y ansiosxs, para hacernos sentir
cercanxs a otras personas o simplemente para no sentir nada en absoluto, para
mantener la economía funcionando, para levantarnos por la mañana y dormirnos
por la noche. Tenemos terapias que nos ayudan a adaptarnos a un sistema que
nuestros cuerpos y mentes rechazan. Si las drogas y las terapias no ayudan,
tenemos drogas más fuertes, hospitales psiquiátricos y otras prisiones. El
diccionario de “enfermedades mentales” está en crecimiento, la mayoría de ellas
podrían describirse simplemente: la civilización y el rechazo a la
civilización.
La muerte, la enfermedad o las lesiones resultantes de
abusos de sustancias, incluyendo el tabaco y el alcohol, la actividad sexual,
los accidentes de transporte, la obesidad, la contaminación, el estrés, el
suicidio y las autolesiones son epidémicas. La gente sí que teme por sus vidas.
Pregunta a los Samaritanos. Pregunta a las miles de personas que cada año
terminan en salas de urgencias porque se hicieron daño ellas mismas, o bebieron
mucho, o no podían garantizar que no se matarían antes de que acabara la noche.
Pregunta a todos los muertos o mutilados como resultado de accidentes en la
carretera, insuficiencia cardíaca o cáncer.
La forma en que vivimos es de cautividad, un estado
esquizoide. Es interesante que muchos de los problemas de salud mental que
padecen hombres y mujeres urbanxs, industriales y tecnológicxs tienen un
paralelismo con el comportamiento de los animales en cautividad: reacciones de
escape (corriendo de aquí para allá, haciéndose daño o quedando postrados sin
moverse), desórdenes alimenticios (anorexia, bulimia, comer compulsivamente),
sobre-acicalarse, balancearse y andar de un lado a otro, automutilación,
comportamiento sexual anormal y comportamiento estereotípico (desorden
obsesivo-compulsivo), apatía, relaciones anormales entre padres e hijos
(abandono, infanticidio), prolongación de un comportamiento infantil,
incluyendo la falta de confianza social y una agresividad incontrolada, debido
a la superpoblación o al aislamiento, y dirigida a las personas u objetos
“equivocadxs” (los objetivos correctos, sus captores y los guardias del
zoológico, están fuera de su alcance).
Todxs hemos escuchado las historias de delfines intentando
romperse la cabeza contra los cristales de sus acuarios, y sabemos que los
animales en cautividad tienen dificultades para criar, la infertilidad y los
abortos son una respuesta al estrés (también para muchos occidentales) o una
“elección”, traer crías en un estado de cautividad se podría, después de todo,
considerar como un acto extraño de crueldad.
…
En los últimos años se ha impuesto un toque de queda a lxs
chicxs británicxs, no se les deja congregarse en grupos de más de dos, se les
obliga a hacer exámenes académicos a la temprana edad de 7 años, tendrán que
pasar por una entrevista de 200 preguntas que “defina quiénes son” para obtener
un pasaporte, son el objetivo de la draconiana Normativa de Comportamiento
Antisocial (ASBO, Anti-Social Behaviour Order), se les toman las huellas
digitales en las escuelas (muchas de las cuales están rodeadas por cámaras y ya
no tienen corredores sino puertas que tienen que ser abiertas y cerradas por
“profesores”, lo que hace la libertad de movimiento imposible).
…
Los animales en cautividad, como los humanos modernos,
tienen una vida relativamente cómoda: se les alimenta, limpia, están a salvo
del salvajismo, tienen acceso a relaciones sexuales, un poco de espacio y algo
de estímulo. Como en nuestra “buena vida”. Y aún así, no parece que la
soporten. Nosotrxs tampoco.
Algunos aspectos de la civilización son claramente una
tortura como la que se define en los manuales. Algunas definiciones de tortura
mental incluyen: “forzar a la víctima a torturar a otra persona, presenciar la
tortura de otra persona y presenciar asesinatos o violaciones…, detención en
completa oscuridad, exposición a luces brillantes, exposición a ruidos
constantes o privación del sueño. Condiciones precarias que incluyen la falta
de comida, cuidado médico y comunicación.” (de “Clinical Signs and Symptoms”).
Aplicar estas definiciones a la forma en que vivimos es bastante fácil:
secuencias violentas en los telediarios, películas y juegos, alienación,
policía por doquier, desinformación, exposición a luces constantes y ruidos y
condiciones pobres -cuanto menos, casi endémicamente estresantes- para la
mayoría de la gente.
Y el resultado:
“… la siguiente constelación de síntomas se encuentra con
frecuencia asociada a un estresor interpersonal (por ejemplo, abuso físico o
sexual a niños, palizas domésticas, ser tomado como rehén, encarcelamiento,…
tortura): modulación afectiva disminuida, comportamiento autodestructivo e
impulsivo, síntomas disociativos, dolencias somáticas, sentimientos de
inutilidad, vergüenza, desesperación, desesperanza; sentirse permanentemente
herido; pérdida de creencias anteriores, hostilidad, retraimiento social,
sentirse constantemente amenazado, relaciones interpersonales deterioradas o
cambio de las características de personalidad anteriores.” (DSM-IV-TR: Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la Asociación
Americana de Psiquiatras, 1994).
…
Ella llora. Ella detiene su llanto, apretando dos dedos
contra el puente de su nariz hasta que las lágrimas dejan de salir. Está
sentada en el borde de la bañera, alumbrada sólo por la luz del pasillo que se
filtra por la puerta. No tiene razones para llorar. Sólo lo hace. Sólo lo
desea. Sólo está triste. Está avergonzada de esto, pero ella es así. Suelen
hacerle comentarios respecto a la tristeza de su cara, cada vez que hay una
pausa en la conversación, cuando ella es inconsciente de los ojos que la
observan. No quiere decir que no esté alegre a veces. Tiene arrugas de risa.
Pero a menudo ella siente su risa como si estuviera captando con la mirada un
animal que creía extinto. Y su tristeza es la tristeza de un animal atrapado,
al igual que su rabia, su letargia, su odio; si no es hacia su carcelerx, es
hacia sus compañerxs reclusxs, aunque a veces es difícil hacer la distinción.
Los vínculos íntimos son un tirachinas listo, una pistola cargada sin el seguro
puesto.
Le cubre el agua turbia hasta las rodillas, cerca de
Chichester. Vinieron al estuario a nadar y a jugar. Ella, su hermanastro y su
hermano. Ella lleva un bikini. Azul eléctrico con borde rosa. Ella tiene 13 ó
14 años. Tiene senos pequeños, apenas crecidos a su metro cincuenta de
estatura. Su hermanastro es mayor, 15 ó 16 años, no es alto pero sí robusto.
Están con el agua a las rodillas entre un juncal un metro más alto que ellos.
Él está intentando conseguir que ella se quite el bikini. Ella no quiere hacerlo.
Pero él es mayor, y proviene de una familia a la que su madre admira. La chica
cree que, de alguna manera, ella tiene que ceder, incluso aunque no le guste
estar aquí, incluso aunque se sienta enferma y quiera llorar. Este “juego”
lleva reproduciéndose durante años. Ella no quiere ofenderlo ni iniciar un
conflicto. Ella no es lo suficientemente importante. Ella no tiene ningún
derecho a negarle lo que quiere. Después, él llena su bikini de barro cuando
están nadando, cogiéndole las tetas mientras lo hace, haciendo como si fuera
una inocente pelea de agua para que su hermano no note nada. En la tarde, se
sientan a comer con los padrinos y la novia de él. Él no la mira ni le habla,
pero cuando se van a dormir, él repta hasta la cama de ella e intenta quitarle
la ropa. Esta vez ella se resiste. Ella no quiere esto. Aún ahora, muchos años
después, cuando folla, cuando hace el amor, cuando la toca un amante, tiene que
apretar los dientes y resistir el impulso de golpear, empujar o simplemente
levantarse y correr.
…
¿Qué hace la gente en cautividad, en las salas de tortura?
Alguna gente mantiene la mirada sobre el suelo hasta que la terrible
experiencia acaba. Pero si la situación continúa de manera indefinida -si es
todo lo que conoces-, entonces la mente buscará su propia salida. “Marx
predijo, erróneamente, que una profundización de la miseria material llevaría a
la revuelta y a la caída del capital. ¿No será, más bien, que el incremento del
malestar psíquico está llevando, por sí mismo, al reinicio de la revuelta, y
que, de hecho, esta puede ser la última esperanza de la resistencia?” John
Zerzan, La Psicología de Masas de La Miseria.
La incidencia de autolesiones entre los hombres encarcelados
en el floreciente sistema penitenciario británico iguala a la de las mujeres
“libres”. La autolesión (junto con la violencia doméstica, el abuso de
substancias y los trastornos alimenticios) es la respuesta del superviviente a
la forma de tortura que se puede describir simplemente como “la forma en que
vivimos”. La civilización y todo lo que la define son, en esencia, los manuales
de tortura psicológica aplicados a escala masiva. El comportamiento de
autoabuso de muchas personas aquí en el RU (también en EE.UU.) tiene dos
implicaciones: es al mismo tiempo un intento de sobrevivir en el sistema
exteriorizando todo aquello que se nos ha enseñado a interiorizar, y,
simultáneamente, una compulsión de llevar a cabo el proyecto del Estado
-aquello del control social y el necesario desplazamiento de la ira y la
desesperación desde su objetivo genuino pero nebuloso (el sistema compuesto por
el estado, la industria, las finanzas y el comercio), hacia el único objetivo
accesible, el individuo aislado en una cultura en que la insurrección y la
insumisión masiva son cada vez menos pensables-.
De alguna manera, la incapacidad de tantas personas de
mantener un nivel aceptable de salud mental en nuestro país es alentadora.
Revela la lucha de un organismo vital contra las instituciones opresivas y
aniquiladoras del Estado y el orden económico mundial: estar bien adaptado en
una sociedad profundamente enferma no es ningún indicador de salud. Es el
rechazo a una forma de vida intolerable. Es la incapacidad de ajustarse a
aquello que es dañino y antinatural, a pesar de la existencia de lo que John
Zerzan describe como La Sociedad Psicológica, que a través de la terapia y las
drogas hace todo lo posible para que nos adaptemos cuando “el tema central es
si ‘el mundo que refuerza nuestra incapacidad para cambiar’ puede ser forzado a
cambiar, hasta dejarlo irreconocible.”
…
Sólo tenemos que entender que hay una guerra declarada justo
aquí, ahora mismo. Si siempre crees que luchas por alguien que está peor que
tú, ¿no estás diciendo de forma implícita que tú estás mejor y, por tanto, que
en realidad hay partes del capitalismo (tu parte) que están bien?
Dondequiera que estés, hay una guerra sin cuartel entre los
imperativos capitalistas y la pasión por la vida de la gente sometida a él. La
autolesión se entiende, por lo general, como una estrategia de aguante, al fin
y al cabo, se trata de mantenerse vivx ante circunstancias intolerables. Sería
un error, claro está, sugerir que la autolesión es lo mismo que la resistencia,
aunque los problemas de salud mental tienen un gran coste para la economía. Es
una reacción, una respuesta y un rechazo. Es el grito. Pero hasta que no sea
politizado, seguirá siendo sólo un ataque del individuo contra el individuo.
Si la lucha de aquellxs que sufren de problemas mentales o
emocionales no estuviera tan contenida, desplazada y estigmatizada hasta por
aquellxs que se consideran “radicales”, quién sabe qué tipo de sociedad
forjaría esa pasión por la vida desencaminada, esa inteligencia, ese rechazo.
Mientras situemos al enemigo dentro de nosotrxs, alentadxs por un sistema
entero, desde la educación hasta los modelos bio-médicos de la enfermedad
mental, y mientras sigamos viendo estos comportamientos como enfermedades de
las cuales hay una esperanza de cura basada únicamente en cambiar el mundo
interno del enfermo -en vez de en derrocar el sistema-, nunca lo sabremos. Las
sociedades capitalistas-imperialistas avanzadas han sido tan eficaces, tan
brillantes controlando y definiendo cada aspecto de la vida y la psicología
humanas (un préstamo de la historia fascista y totalitaria) que ya poca gente
es capaz de ver esta situación; es omnipresente.
…
Creo que la mayoría de gente que sufre en el RU un “problema
de salud mental común”, incluyendo mucha que se autolesiona (y esto incluye
cualquier comportamiento que no sea saludable para la mente o el cuerpo),
simplemente está revelando el estrés psicológico en masa causado por una
exposición prolongada a las condiciones de vida bajo un sistema capitalista
avanzado del cual no se puede escapar, una dictadura elegida, una cultura del
miedo deliberada, un ambiente altamente contaminado y alienado, y un sistema
omnipresente de vigilancia altamente desarrollado.
No hay lugar seguro al que podamos escapar, no hay ningún
lugar adonde podamos ir a pedir asilo por las condiciones bajo las cuales
luchamos. Occidente es, posiblemente, el final de la línea. Estamos, eso nos
enseñan a creer, en el mejor lugar que hay, el más seguro. Muchas personas
arriesgan sus vidas para llegar aquí. Pero el trauma psicológico, físico,
espiritual, económico, político y emocional que soportamos es, pese a esta
ilusión, a esta propaganda, constante e interminable, cuando a diario se
amontona una tensión tras otra, un trauma sobre otro trauma (experimentado
directa o indirectamente), miedo sobre miedo, elección sin sentido tras
elección sin sentido. No hay ningún lugar donde estar bien en el sistema
capitalista global; sólo hay diferentes cámaras de tortura, con las
herramientas adecuadas al objetivo y la etapa de la batalla.
…
Hay una historia de Augusto Boal, un dramaturgo brasileño
radical pionero del Teatro del Oprimido, que al encontrarse en el exilio
europeo durante los años setenta comentaba que no podía entender por qué la
gente era tan infeliz si no sufría una opresión política. Sin embargo, después
de un tiempo, llegó a la conclusión de que, aunque algunos estados europeos no
eran tan abiertamente opresivos, esto era porque la gente había llegado a
interiorizar la opresión y, a veces, ni siquiera veía a la autoridad como el
enemigo: a esto lo llamó “el policía interno”.
…
En la relación con más abuso mutuo que he tenido, la que me
jodió emocionalmente hasta el punto en el que toda mi noción de la realidad, lo
que sabía de mí misma y el sentido de las cosas empezaron a trastocarse, sin
duda estaba luchando por mi vida. Él no estaba a punto de matarme con sus
manos, pero me dejaba sin palabras. Cuando alguien te deja muda tergiversando
todo lo que tú dices y, cuando le conviene, todo lo que él dice, tienes que
pelear con tus puños. Rara vez peleaba contra él -sólo en la medida en que él
peleaba contra mí: él empujaba, yo abofeteaba-. Peleaba contra mí misma. Me
quemé, tomé sobredosis, me rajé las muñecas, pensé en el asesinato, rechacé a
la gente que me quería, muchas noches bebía casi hasta el coma, paré de comer,
rompí cosas, me detuvieron, intenté morder los dedos de un policía, intenté
morderme la lengua y grité. No fue un grito vocal. Salió de todo mi cuerpo. Un
grito impactante que duró cinco minutos hasta que me quedé sin aliento y del
cual no me creía capaz. Un grito de angustia absoluta, incesante, inconsolable,
atrapada, brutal, muda, impotente, histórica. Era la única cosa que podía
atravesar los barrotes, un sonido como una mano extendida sin la esperanza de
que el cuerpo pudiera seguirla. Era lo único que quedaba por decir…
Ese grito todavía está ahí. Está en todxs lxs que saben que
están luchando por su vida: lxs que se autolesionan, lxs alcohólicxs, lxs
drogadictxs, lxs parasuicidas y lxs suicidas, las víctimas de abusos
domésticos, policiales, racistas, homófobos, lxs que comen poco o demasiado;
está en las gargantas de chavalxs atrapadxs en familias nucleares, hogares
rotos o sin hogar y en escuelas y centros de menores, en las bocas de lxs
presxs y lxs prostitutxs, en las entrañas de millones de personas dopadas por el
Prozac, el litio y el Ritalin. Está en todxs, pero algunxs están más cerca que
otrxs de ese grito y lo que significa.
Si no crees que estés luchando por tu vida, piénsalo de
nuevo. Si sabes que no estás luchando por tu vida, puede que estés en el lado
equivocado.
…
“Necesitamos un programa de psicocirugía y control político
de nuestra sociedad. El objetivo es el control físico de la mente. Todo aquel
que se desvíe de las normas impuestas puede ser mutilado quirúrgicamente. El
individuo puede pensar que la realidad más importante es su propia existencia,
pero esto es sólo su punto de vista personal. Esto carece de perspectiva
histórica. El hombre no tiene derecho a desarrollar su propia mente.” (Dr. José
Delgado, un psiquiatra contratado por la CIA para el programa de control mental
MKULTRA después de haber servido al régimen franquista).
“… los oídos de lxs bárbarxs son sensibles únicamente a las
voces que los llaman a asaltar el Imperio, a barrer lo existente. Su furia
incluso produce terror en muchos enemigos del Imperio que dicen querer
vencerlo, pero de manera bien educada. Como cortacuellos civilizados, comparten
el desacuerdo pero no el odio, entienden la indignación pero no la rabia;
lanzan eslóganes de protesta pero no gritos de guerra, están preparados para
derramar saliva pero no sangre… Para lxs bárbarxs, como para lxs niñxs, cuya
naturaleza todavía no ha sido completamente domesticada, la libertad no empieza
con la elaboración de un programa ideal sino con el ruido inconfundible de
vidrios rotos.”
Crissus & Odosseus. Barbarians: Disordered Insurgence
[1]El original se refiere a “enclosures”, el proceso de
cercamientos de las propiedades agrícolas, que comienza ya en el siglo XVI y se
intensifica a partir de 1760, a raíz del aumento de los precios de los
cereales. Los cercamientos se legalizaron cuando el Parlamento inglés aprobó la
“General Enclosure Act” (Ley de cercamientos) (1801). Este fenómeno transformó
la estructura del campo inglés sustituyendo los “openfield” (campos abiertos)
por los campos cerrados y convertían la tierra “común” en propiedad privada.Hace tiempo que leí esto que os presento a continuación, y
he publicado fragmentos, pero realmente nuestro país, y no solo nuestro país,
todo el mundo y toda la sociedad, está en un momento en el que todo va a
cambiar, a mejor o a peor solo está en nuestras manos, y he creído interesante
exponer este texto, que aunque habla sobre la realidad en Reino Unido, hoy día
podría aplicarse a practicamente todos los países occidentales.
Beyond Amnesty es un texto único que disecciona la dura
realidad de la autolesión y el absoluto deterioro de la salud mental de los
habitantes de los países capitalistas occidentales. Una oportunidad para romper
tabúes, una lectura que perturba y obliga a pensar... Avisamos al lector:
posiblemente te duela lo que leas, es el precio a pagar cuando no se quiere
mirar a otro lado y hacer como si no pasara nada.
NOTA: Este texto lo he copiado y pegado tal cual, no he
querido revisar las faltas ortográficas que pueda haber ni absolutamente nada,
para así mantenerlo tal cual lo escribió/escribieron la/las autora/as
“Si unx no sabe cómo hablar es porque unx no sabe qué decir
y viceversa. Y unx no sabe cómo hablar y qué decir porque todo ha sido
banalizado, reducido a mero símbolo, a apariencia. El significado, que ha sido
considerado una de las grandes fuentes para la revuelta, una forma de energía
radiante, ha sido erosionado. Lo han roto, molido y pulverizado… ¿Qué dice unx?
¿Qué hace unx en medio de un desierto? Despojadx de palabras para expresar la
rabia por el sufrimiento que se ha vivido, despojadx de esperanza para superar
la angustia emocional que devasta la existencia diaria, despojadx de deseos con
los cuales luchar contra la razón institucional, despojado de sueños hacia los
cuales dirigirse para barrer la repetición de lo existente, muchos sujetos se
barbarizan en la acción. Una vez que la lengua se paraliza, las manos tiemblan
por hallar alivio a la frustración. Inhibido de manifestarse, el impulso hacia
la alegría de vivir se trastoca, transformándose en su opuesto, el instinto de
muerte. La violencia explota y, al carecer de significado, se manifiesta de una
manera ciega y furiosa, contra todo y contra todos, trastocando cualquier
relación social. Donde no hay una guerra civil, están las piedras que se lanzan
desde los puentes a las autopistas o los asesinatos de padres, amigxs o
vecinxs.”
Crissus & Odosseus. Barbarians: Disordered Insurgence
A veces me pillo riendo… y el sonido de la alegría en el
espacio muerto y amurallado que es el mundo civilizado queda atrapado en mi
garganta.
Será provocador o polémico decir que hay veces en que
quisiera tener un enemigo visible. Que mi alma anhela ser una guerrillera, una
insurgente, vivir una insurrección. Y, con ello, que también acepto que mis
amigos o yo podríamos resultar heridos, encarcelados o muertos en la batalla,
pero que lo haremos con una alegría de líneas claramente marcadas y la
sensación de que algo mejor que esto pueda llegar. Mi cuerpo desea luchar y
liberarse. Moverse. Escalar. Bailar. Hacer el amor. Atravesar e ir más allá.
Correr. Destrozar.
Quiero vivir entre gente que es consciente de que vivimos en
guerra. Una guerra contra la vida. Contra el espíritu. Quiero vivir entre gente
que no se mire a las manos ni evite tu mirada cuando hables de lucha o
insurrección porque, en el fondo, saben que han claudicado, y porque -tal vez,
sólo tal vez- nunca han odiado realmente el sistema. Entre personas que no
hayan sido compradas. Que no comieron las pastillas que les ofrecían porque
preferían luchar con su sensación de angustia patologizada que vivir en la zona
muerta. Que no fingen estar luchando cuando es obvio que lo que están haciendo
es convertir un campo de batalla en un jardín. Quiero estar en un lugar en
donde la guerra sea admisible.
Me encuentro con alguien a quien no había visto en 5 años.
Hablamos sobre gente que conocemos y gente que no – cómo les va, qué hacen.
Muchxs de ellxs están quebradxs. Deprimidxs, perdidxs, al borde. Algunxs se han
suicidado. Otrxs se han asentado y están satisfechos, entablando un compromiso
emocional con el sistema porque, como un amigo escribió, si fuera fácil no lo
llamarían lucha, y algunas veces te cansas demasiado de luchar contra el
fantasma.
No necesitas una pistola para matar a alguien.
No necesitas ladrillos para hacer una cárcel.
Quiero un enemigo que no sea yo, que no sea los enemigos en
que convierto mis relaciones. Quiero que mi sensación de tensión y belicosidad
– mi sensación política y emocional de estar sitiada, de estar bajo ocupación –
se refleje en el exterior. Alguien dijo una vez que ir a Palestina era un
alivio porque, de repente, la realidad exterior iba a la par con su experiencia
emocional cotidiana en el Reino Unido (RU): una situación de crisis. Y yo
también siento esto. En disturbios, en grupos, en acciones. En donde vivo, el
enemigo es tan grande que engloba todo, incluso a mí misma. No hay esperanza
más allá de esta realidad. Después de todo, éste es un lugar a donde la gente
viene buscando asilo. Sigue siendo una tierra prometida en donde las calles
están pavimentadas con oro. ¿Cómo se pelea contra eso? No hay ningún dentro o
fuera del sistema. Y parece que no hay salida.
Uno de los sucesos más conmovedores para mí en los últimos
años fueron los disturbios de París – o al menos las noticias que leí sobre
ellos. Un joven describía su rabia, su grito de rechazo. Muchos no podían
entender sus acciones – había quemado los coches de sus amigos, había
destrozado el lugar en el que vivía. ¿Estaba confuso? No lo creo. Para él no
había futuro, ni ninguna esperanza de cambio, así que destrozó lo que odiaba.
Su vida. Al igual que los suicidios y autolesiones “sin sentido” que tienen
lugar cada minuto en el RU y el resto del mundo, fue un acto de rabia, desafío
y tristeza. Fue un intento de ser efectivo, aunque el acto en sí mismo pueda
parecer inútil y caótico.
Algunas veces lo único que nos queda es chillar con la
esperanza de que algo se haga añicos.
…
Estoy intentando entender la política de la violencia
autoinfligida en el RU y, como siempre, mi escritura es un pensamiento
extendido, una idea, una perspectiva, una intuición, un trabajo en curso y, por
supuesto, está basado en mi propia experiencia y posición dentro de la vida y
la sociedad. Algunas veces, cuando estoy mejor, me siento muy lejos de las
ideas que aquí exploro. Y entonces vuelvo a tropezar, mi habilidad para
levantarme decae y vuelvo a estar en el más oscuro de los lugares; es allí
donde nació este texto, y es allí donde vuelve a tener sentido. Así que toma de
él lo que quieras en donde sea que te encuentres.
Lo que originalmente me inspiró a escribir fue sospechar que
la idea de que somos unos privilegiados por vivir en un estado capitalista
avanzado como el RU persiste incluso entre aquellos que consideran que tienen
una postura política radical, o sea, anticapitalista y/o antiestado. Esto se
revela en los comentarios más casuales, por la insistencia de alguna gente,
cuando hablamos acerca de salud mental y de la vida en el RU, en que no puedo
comparar el vivir aquí con vivir en el Tercer Mundo o en un país en desarrollo.
Hay indignación. Hay una cierta postura… defensiva. ¿Cómo me atrevo siquiera a
comparar estas cosas? Y también me siento un poco incómoda con lo que estoy
escribiendo porque, aunque no estoy intentando entablar una comparación, la
propaganda del privilegio también ha echado raíces en mí. Claro está, puedes
tener un puesto privilegiado dentro del marco de referencia de un sistema
particular – por ejemplo, ser un hombre blanco con dinero es muy distinto a ser
un hombre negro y pobre en una sociedad capitalista. Pero esto es distinto a
pensar que de todos los posibles sistemas sociales, políticos, espirituales,
emocionales y económicos de los seres humanos, nosotros en el RU hemos creado
el sistema en el cual somos capaces de alcanzar nuestro potencial humano y
satisfacer nuestras necesidades y deseos.
No quiero hacer ninguna comparación de experiencias, ni
infravalorar los horrores, la pobreza, y la lucha de la gente en otros países…,
tampoco glorificarlas. Está claro que hay gente de otros países que arriesga su
vida para llegar aquí y, algunas veces, encuentra refugio de otros sistemas
políticos y una mejor calidad de vida y salud. Sin embargo, creo que es posible
y vital señalar el impacto que tiene sobre nuestra humanidad, libertad y salud
el vivir en una sociedad capitalista, tecnológicamente avanzada y de
alta-vigilancia, e intentar desafiar cualquier noción de privilegio, sin entrar
en una competencia entre mundos, entre experiencias en diferentes escenarios
del capitalismo global.
Si no lo hacemos, la gente de aquí siempre luchará por “la
otra/el otro”, debilitando la resistencia genuina, haciendo que las expresiones
de solidaridad escondan un sentido taimado de “qué suerte tenemos”, de
paternalismo, y se vuelvan una excusa para no impulsar la lucha de aquí. Hay
cientos de personas en una noche de solidaridad con luchas latinoamericanas,
pero sólo veinte en un evento de apoyo a presos encarcelados como consecuencia
de luchas en Occidente.
Creo que la poca salud mental de una gran parte de lxs
británicxs desmiente cualquier idea de que exista un buen sitio para estar en
el capitalismo. Los problemas de salud mental son pandémicos, pero yo sólo sé
cómo es crecer y vivir aquí, así que éste es el lugar que analizaré. La
depresión es una de las principales causas de muerte en Occidente. Donde yo
vivía, en el noreste de Leeds, de una población de 170.000 personas,
aproximadamente el 25% sufre o ha sufrido en algún momento (es decir, ha
buscado ayuda) problemas de salud mental. Son muchxs.
…
La primera cosa que quiero hacer al despertar es destruir
las paredes…
…la segunda es destruirme a mí misma.
…
Al lado de mi cama hay un gráfico colgado en la pared.
Muestra cuántos pacientes han sido atendidos en el departamento de urgencias de
este hospital en los últimos 6 meses y la razón por la que fueron ingresados.
Sólo en este hospital de urgencias casi 1600 personas llegaron tras haberse
autolesionado.
…
Cientos de miles de personas se autolesionan cada año en el
RU y se estima que alguien se quita la vida en esta isla cada 82 minutos. El
despotismo de los modelos biomédico, farmacológico y psicoterapéutico de salud
mental continuará intentando persuadirnos de que el problema está dentro de
nosotros, como individuos, como organismos desajustados que están fallando.
Puedo estar de acuerdo con esto, en cuanto a que nuestras condiciones
existenciales tienen un efecto devastador en nuestra salud física y mental:
nutrición pobre, ambientes estresantes, relaciones inestables, polución (aire,
luz, material y ruido), agresiones generalizadas, soledad, trabajo y tecnología
omnipresente; todo esto dificulta, a mi parecer, extraordinariamente, nuestra
capacidad para crear y mantener una buena salud, un buen cerebro, unas buenas
relaciones sociales y un buen humor. Pero, por otra parte, creo que nuestra
salud mental, o la falta de ella, es sobre todo una respuesta normal a unas
circunstancias anormales y constituye, de alguna manera, la línea de frente,
las trincheras, en la guerra contra la humanidad llevada a cabo por el
estado-nación y la masacre económica.
…
Hay 23 paredes en mi piso de una sola habitación. Hay 6
ventanas, 4 cuatro de ellas permiten que entre algo de luz, todas están en
frente de más paredes. Hay techos y suelos. Hay 4 pisos en mi bloque, sin
contar los dos bajos. Casi nunca veo a la gente que vive en ellos. Hay una
puerta eléctrica pesada que da al pasillo de entrada comunitario, flanqueado
por paredes de ladrillos, cubierto por una fina alfombra desgastada y que acaba
en unas estrechas escaleras de metal. El bloque, como un día bromeó un policía
que venía a detenerme tras haber dado conmigo, es una fortaleza.
Salgo de mi piso para ir a pasear, acudir a citas y
asambleas o para tomar un café con lxs amigxs. Algunas veces ni salgo. No tengo
ninguna razón para hacerlo. O ninguna motivación. Estoy deprimida. Suicida.
Encuentro actividades para ocupar mi tiempo. Cuando salgo del piso, estoy
rodeada por ruido, gente, edificios, tráfico, malos olores, cámaras y
uniformes; policía, oficiales de apoyo a la comunidad, agentes peatonales,
agentes de tráfico, seguratas, conductores de autobús, oficinistas,
cybergóticos y emos, canis, antifascistas, yonkis, padres, anarcos, hippies.
Nunca veo el horizonte, casi nunca veo la luna. Ni las estrellas. Hay un
pequeño espacio verde pero está apartado y por lo visto tengo adicción a mi
jaula. Recuerdo que cuando era niña tuve un hámster. Se pasaba casi todo el
tiempo intentando cavar un túnel en una esquina de la jaula para encontrar la
libertad, así que lo saqué de ella. No demoró ni un segundo. Se dirigió directamente
a una esquina de la habitación y siguió cavando. No se dejaba engañar por la
jaula más grande. Soy como un perro atado a una cadena, me puedo apartar un
poco pero el arnés alrededor de mi cuello vuelve a tirarme hacia atrás para
recordarme que hay limitaciones, que la única revolución en mi vida es su
circularidad implacable. Que tengo una circunferencia, que no soy libre, no
importa cuánto intente convencerme a mí misma de que tengo el control, de que
puedo causar efecto. Me aplasta la ilusión de poder escoger. Me siento obligada
a tener que escoger entre un millón de tipos de naranja cuando, en realidad, lo
que quiero es una manzana. No cabe duda de que la vida está hecha para vivirla
con urgencia, con imperativos o, al menos, con algún significado que venga
desde fuera de mi propia invención. No cabe duda de que yo no debería estar
preguntándome en qué momento escogeré la muerte…
…
Mi sentido del olfato ha cambiado, es más agudo por la
fetidez de la civilización. Madreselva y azufre. Perfume y meados. El humo de
un autobús como si alguien me hubiera aplastado la cara contra una alfombra
vieja. Como una epiléptica antes de su ataque, alertada por el olor de peras o
almendras. Me inmoviliza para que no luche. Mordiéndome la lengua porque si
comienzo a gritar nunca pararé.
…
Se piensa que las autolesiones son la segunda causa de
ingreso en las salas de emergencia del RU (la primera son los “accidentes”). La
definición de autolesión intencionada (Deliberate Self-Harm, o DSH) se refiere
a comportamientos de violencia autoinfligida como cortes, ingestión de
sustancias tóxicas (incluidas las sobredosis de droga), quemaduras, cabezazos
contra las paredes, tirones de pelo e intentos de suicidio. Otros
comportamientos arriesgados más aceptados socialmente y más extendidos como el
abuso del alcohol, el tabaco, los desórdenes alimenticios y el sexo sin
protección también se consideran autolesiones, aunque no se incluyen en las
estadísticas de autolesión.
…
Entre la pobreza demoledora de Lincoln Green, estoy tumbada
en una cama de hospital, un lugar de seguridad momentánea, con frío, sola,
asustada, avergonzada, consumida por la culpa, desesperada por escapar de mi
propia cabeza. Sólo quiero dejar de ser yo misma. Dejar de estar aquí. Hacer
algo que rompa mi vida, que la abra y revele algo mejor. Algo más tolerable.
Tengo dos heridas en mi muñeca izquierda y puñaladas en mi muslo derecho.
Supongo que no es normal atacarse a una misma. Un doctor con cara preocupada
lee mis notas. ¿Te alegras de estar viva?, me pregunta. No mucho, le respondo.
Lo que sea. Con tal de que algo cambie.
…
Corto para que las cosas sean mejores.
…
Las estadísticas de autolesiones son problemáticas. La
violencia autoinfligida se suele llevar a cabo en secreto, y muchos casos nunca
llegan a los hospitales de urgencias. Sin embargo, un estudio gubernamental
publicado en 2001 indica que aproximadamente 215.000 adultos en el RU podrían
haberse autolesionado en un periodo de doce meses, y que más de 24.000
adolescentes ingresan cada año en los hospitales por herirse a sí mismxs. Una
vez más, estas cifras no incluyen la violencia doméstica, el abuso de
sustancias tóxicas, el suicidio, los desórdenes alimenticios ni otros
comportamientos autodestructivos. En su ensayo La política de la tortura:
Dispersando los mitos y entendiendo a los supervivientes, Joan Simalchick
escribe que “…el uso sistemático y generalizado de la tortura hoy en día no
tiene precedentes… Amnistía Internacional describe la tortura como la epidemia
del siglo XX.” En el RU parece que hay una epidemia sin precedentes de
autolesiones que ofrece, con sólo mirarla someramente, el inquietante panorama
de una cultura caracterizada por la violencia sistemática y generalizada, pero,
en este caso, autoinfligida.
La violencia autoinfligida es un tema complicado y mucha
gente no lo entiende -incluso lxs que la llevan a cabo-. También hay gente que
manifestará públicamente no entender estos actos mientras en privado se
autohiere, o se dedica a otras formas de autoabuso socialmente más aceptadas,
algunas de las cuales han sido históricamente instituidas por los gobiernos y
la industria con el objetivo concreto de establecer un control social y
beneficiarse de él, las más conocidas son el alcohol, las drogas (las
recreativas y las recetadas) y el tabaco.
La autolesión se suele explicar como una necesidad de
control, comunicación y castigo. De la misma manera, la tortura trata de
controlar al individuo, forzarlo a comunicar y castigar a la víctima y su
comunidad. La violencia autoinfligida ha sido descrita como “una respuesta
normal a circunstancias anormales.” Es un indicador de que no todo está bien en
el mundo interno de alguien. Y el hecho de que sea un problema tan grande
dentro de nuestra sociedad -junto con los problemas de salud mental en general-
muestra que no todo está bien en nuestro mundo colectivo. Los animales en
cautividad se autolesionan, y los seres humanos, sobre todo en Occidente, son
cada vez más propensos a ello.
…
Me parece que casi no existe la necesidad de “desaparecer”
personas, torturarlas, someter directamente a la población a aquellos que la
controlan. Hemos sido entrenadxs para hacerlo nosotrxs mismxs.
…
El sistema en el que vivimos ha estado desarrollando y
perfeccionando sus técnicas de control social durante cientos de años:
masacres, persecución religiosa, colonización, patrullas de reclutamiento
forzoso, ahorcamientos masivos, esclavitud y servidumbre, cercamientos de
tierras[1] y destrucción de propiedades colectivas, deportaciones, el
manicomio, la fábrica, la cárcel, el aula de escuela, el fascismo, la sociedad
de vigilancia en Alemania del Este, donde había un agente de la Stasi por cada
50 habitantes (sin contar a los informadores), y, en el RU de hoy en día, un
estado neofascista en donde cada ciudadano puede esperar que le filmen con
cámaras de circuito cerrado al menos 300 veces al día (“Démosles algo que
observar” dice una publicidad al final de mi calle), y donde se esta
construyendo una inmensa base de datos que constituirá los cimientos de un
proyecto de tarjeta de identificación que proporcionará acceso a toda tu
historia personal (perfil familiar, expediente escolar, historial de salud
física y mental, muestra de ADN, escáner de retina y huellas digitales), a los
cuales podrá acceder cualquier autoridad que consulte tu tarjeta de identidad,
y que contendrá también un perfil de tus actividades, como la cantidad de
alcohol que compras o dejas de comprar.
…
Gran Bretaña está fundada en la violencia, el exterminio y
la tortura: hacia la tierra, hacia otras especies, hacia individuos y
comunidades. Y antes de que el imperio saliera a conquistar el mundo, tenía que
conquistar a la gente dentro de sus propias fronteras. El sistema en el que
vivimos se basa en el genocidio y en el cercamiento. Algunos teóricos definen hoy
nuestra transición de una vida basada en la naturaleza a otra dependiente de la
agricultura, la industria y la tecnología como un ‘trauma original’, cuyo
resultado psicológico es una nación poblada por gente que padece un trastorno
por estrés postraumático como forma de vida.
Algunos de estos sucesos ocurrieron hace tanto tiempo que no
los recordamos. Pero estamos rodeados de las consecuencias. Y aquí, el
gobierno, los educadores, las instituciones y los que sacan provecho han
aprendido lecciones valiosas de la historia y han conseguido un
perfeccionamiento de control social que hace de la resistencia un acto
complicado: porque los perpetradores de violencia ya no son tan obvios, ya no
es directamente el estado sino nosotrxs contra nosotrxs mismxs.
…
Chelis Glendinning habla sobre el trauma original que sufren
todas las personas que se han criado en Occidente. El trauma original es un
pesar profundo: pérdida de lugar, de personas, de propósito. Imagina estar
sumidx en un ciclo eterno de angustia. Disforia. No tienes que imaginarlo, lo
vivimos. ¿A qué distancia está tu familia biológica? ¿Con qué frecuencia los
ves? ¿Cuándo los perdiste o cuándo te dejaron? ¿Cuántas personas de tu “familia
escogida”, es decir, tus amigxs, viven en un rango de 200 km desde tu casa?
¿Con qué frecuencia las ves? ¿Cuántos campos en los que solías jugar o pasear
han sido cercados o están urbanizados? ¿Cuántos amantes has tenido y perdido?
¿Puedes llegar a entablar una relación sin necesidad de preguntarte cómo y
cuándo acabará? ¿En cuántos lugares has vivido y de cuántos te has ido? ¿Cómo
de asustadx te sientes? ¿Cómo de perdidx? ¿Cuántas veces has vivido un
sentimiento profundo de propósito colectivo y después, sin que tú lo puedas
impedir, cambian los tiempos, la gente o tu mismx y te encuentras de nuevo solx
y sin propósito?
No deberíamos tener que sufrir tanto. ¿O sí?
…
Soy un bebé, una niña, una chica pequeña. Vivimos en un
pueblo naval sórdido, mis abuelos viven en Londres. Los vemos con bastante
regularidad, pero cuando se van a casa me agarro a ellos y grito. No quiero que
se vayan. Comienzo el colegio. Dejo el colegio. Empiezo en otro. Amigos
distintos. Mi hermano va a un internado, lo paga la Marina. Lo extraño. Abusan
sexualmente de mí y pierdo mi cuerpo. Dejo el colegio. Mi padre se va. Nunca
vuelvo saber de él. Intento ahorcarme. Entro a otro colegio. Amigos distintos.
Mi madre se vuelve a casar. La pierdo. Una abuela muere. Su marido se vuelve a
casar y se muda al norte. Nunca volvemos a saber de él. Dejo el colegio. Voy al
instituto. Intento matarme. Entro en la Universidad. Amigos distintos. Ciudad
diferente. Amo a alguien. Rompemos. Intimidad, después silencio. Dejo la
universidad. Me mudo de pueblo en pueblo. Amo a alguien. Nos perdemos el uno al
otro. Cambio de pueblo. Cambio de pueblo. Cambio de casa. Cambio de pueblo.
Intimidad. Retiro. Cambio de país. Lxs mismxs amigxs. En diferentes lugares.
Amo a alguien. Rompemos. Cambio de ciudad. Amigxs en diferentes lugares. Lxs
amigxs se mudan. Yo me mudo. Conexión. Retroceso. Esperanza. Miedo.
Aniquilación. Alienación. Estoy en un calabozo. Estoy en una prisión. Estoy en
un hospital. Estoy en el trabajo. Estoy en mi piso. En ningún lugar me siento
bien. Siento que ningún lugar es seguro. Nadie es seguro. Nadie me sienta bien.
No me siento segura. No me siento bien. No quiero estar sola, pero mis
relaciones parece que sólo me hacen daño. No se cómo amar, ni a mí misma ni a
lxs otrxs. No sé como dejar que me amen. No sé como vivir. Y sigo jodiéndolo
todo.
…
Una breve comparación entre las técnicas de autolesión y las
técnicas oficiales de la tortura da qué pensar. Y la autolesión es más
frecuente entre la población más expuesta a la tortura: mujeres y niñxs, sus
familiares, presxs (la incidencia de autolesiones entre hombres presos es igual
a la de las mujeres “libres”), grupos étnicos oprimidos, cualquier persona que
haya sufrido violencia sistémica y sistemática. Hay más hombres que se suicidan
de forma efectiva, pero también hay más hombres que mujeres que mueren en combate.
Analizar las razones y las funciones sociopolíticas de la
tortura, sus definiciones y técnicas y las consecuencias para la víctima y las
comunidades involucradas, es, a mi modo de ver, un camino útil y revelador para
entender la violencia autoinfligida en las economías capitalistas como el RU.
La función sociopolítica de la tortura es romper el poder
del individuo. Es una forma de desarticular la voluntad psicológica de la
víctima y de crear una cultura del miedo, no sólo en el individuo torturado,
sino también en la comunidad de la que se podría extraer la próxima víctima. El
torturador pocas veces quiere matar. Es un medio para el control social y las
víctimas de la tortura son su herramienta.
Las técnicas empleadas por el torturador abarcan un amplio
abanico de posibilidades. Incluyen palizas, heridas de corte o punzantes,
quemaduras, electrocución, experimentación forzada, extracción de extremidades
o tejidos, condiciones físicas extremas, tortura sexual, tortura mental
(amenazas, ejecuciones simuladas, encierros en soledad o privación sensorial).
Las técnicas de autolesión son parecidas.
…
“¿Te cortas con cuchillos, cuchillas, vidrio roto, agujas,
clavos, clips, pins, tijeras, tachuelas, cualquier cosa que caiga en tus manos?
¿Golpeas tu cabeza contra las paredes? ¿Das puñetazos contra ellas hasta que
tus nudillos se magullan o sangran? ¿Te lanzas contra cristaleras? ¿Quemas tu
piel o tu cabello? ¿Te tragas pilas para que se abran y su ácido te queme por
dentro? ¿Te golpeas con objetos contundentes? ¿Te golpeas en el estómago, las
piernas, la cabeza? ¿Intentas romper tus propios huesos? ¿Expones tu cuerpo a
condiciones climáticas extremas sin cubrirte y así quedas insolada, congelada,
resfriada o febril? ¿Miras directamente al sol hasta que casi te ciega? ¿Te
tiras del pelo? ¿Te muerdes o arañas hasta sangrar?”
Razor (sitio web sobre la autolesión).
…
Un director de operaciones de la Stasi en la antigua RDA
(Alemania del Este) describe, en relación a las formas de paralizar a los
ciudadanos opositores, el objetivo de estos procedimientos como “desarrollar
apatía (en el sujeto)… para llegar a una situación en la cual sus conflictos,
ya sean de índole social, personal, profesional, de salud o políticos, se
vuelvan irresolubles… suscitar miedos en él… crear y desarrollar desilusiones…
restringir sus talentos o capacidades… reducir su capacidad de acción y
utilizar desavenencias o contradicciones a su alrededor con este propósito.”
Claro está, la forma en que actuaban en la RDA es bastante diferente de lo que
sucede en el RU, pero estas descripciones se podrían aplicar al estado de salud
mental de muchos británicos hoy en día. La directiva ‘Zersetzungsmassnahmen’
significa, literalmente, ‘aniquilación del ser interior’ e incluye la creación
de “situaciones comprometedoras para ellos generando confusión acerca de los
hechos… y engendrando comportamientos depresivos e histéricos en la
persona-objetivo.” Aquí (Reino Unido) no hay agentes secretos que decidan si
puedes acceder a uno u otro trabajo, casa o escuela. Sólo hay una ingeniería
social. No hay agentes secretos que nos comprometan confundiendo los hechos o
engendrando comportamientos depresivos en personas-objetivo. No hay agentes
secretos: sólo hay un sistema intangible pero eficazmente opresivo en donde el
carcelero es todo aquello que deseas (y que se nos dice que es lo que la gente
de todo el mundo desea), todo lo que piensas, todo lo que te rodea. Hay una
confusión masiva perpetrada por los medios de comunicación y hay una cultura
del miedo creada por el gobierno y su guerra contra el terrorismo, contra los
jóvenes, los sin techo y los inmigrantes, además de por los métodos
tradicionales para crear miedo a través de la imposición de normas culturales
como el trabajo y la familia nuclear. Allí está la pobre salud mental de
millones de británicos. No hay agentes secretos, pero el resultado es el mismo.
No hay personas-objetivo, sólo una sociedad de individuos desvinculados de
forma generalizada, alienados los unos de los otros y de sí mismos, fuera de
control, jodidos y apáticos, deprimidos o caóticamente cabreados.
Aquí, en Gran Bretaña, los ciudadanos no son torturados de
manera rutinaria. Hay ejemplos de violencia evidente hacia individuos,
perpetrada por el estado y sus instituciones -en particular, dentro del sistema
policial, del sistema de prisiones y del sistema de salud mental-, con
detención obligatoria, neutralización farmacológica forzada y prácticas como la
TEC (terapia electroconvulsiva o por electroshock -básicamente, daños
cerebrales-) y la neurocirugía (la infame lobotomía, que todavía se practica
aquí) , pero nada de esto sería enmarcado en un contexto de tortura. La mayoría
de la violencia en Gran Bretaña parece ocurrir entre ciudadanos o contra sí
mismos.
La tortura ocurre en cuartos pequeños, celdas manchadas de
sangre vigiladas por guardias penitenciarios psicópatas. La tortura ocurre en
países con dictaduras o guerras. La tortura se refiere a la amenaza. Amenaza a
nuestra integridad: como una mente, un cuerpo, un alma, como una comunidad. La
tortura se refiere a la creación de una cultura del miedo, círculos de silencio
y obediencia absoluta a algo o alguien que no eres tú. Pero, ¿es posible que la
sociedad capitalista en la cual vivimos no sea más que una vasta cámara de
tortura sin lugar fijo que utiliza técnicas psicológicas muy avanzadas, tan
astutas que llegamos a confundir un estado de tortura con un estado de
privilegio?
…
En cualquier lugar del mundo hay gente con cicatrices.
Después de todo, esto es el capitalismo global. ¿En qué piensas cuando piensas
en cicatrices? ¿Piensas en las fotos de piel negra marcada por instrumentos de
tortura en dictaduras lejanas publicadas por Amnistía Internacional? ¿Piensas
en las cicatrices en los cuerpos de mujeres, niños y hombres sometidos a violencia
doméstica? ¿Piensas en las marcas de jeringas en brazos de yonkis en los
lugares más oscuros de la ciudad? ¿Piensas en cicatrices en el rostro de
hombres que se han peleado en un pub o que han sido asaltados o atacados por
chavales encapuchados? ¿Piensas en el pequeño círculo de vacuna en la parte
superior del brazo de todos los adultos para protegerlos de las enfermedades de
la civilización? ¿Alguna vez has notado las cicatrices en los brazos de la
gente “normal”? Líneas blanquecinas extrañas e inexplicables que surcan la piel
de hombres y mujeres de todas las edades. Mira a tu alrededor. Las verás. Es
como quitarse una venda y volverse sensible a estas marcas y lo que hay detrás
de ellas. Las cicatrices no son el privilegio del Tercer Mundo, de dictaduras
evidentes, de zonas de guerra oficial. La guerra contra la vida no tiene
fronteras, y sea cual sea el punto del capitalismo en que vivamos, en cualquier
lugar del mundo en que nos encontremos, por mucho que nos digan lo
privilegiados o lo desafortunados que somos, todos y todas estamos heridxs y
marcadxs por ella. Estas cicatrices cuentan la historia de la civilización. Son
todo lo que necesitas saber.
…
“Hay una diferencia entre la pobreza en el Tercer Mundo y en
Occidente… cuando mi amigo filipino me preguntó por qué tanta gente intenta
suicidarse aquí, simplemente no supe qué responderle. Para quien nunca la ha
padecido, la pobreza de nuestra cultura es muy extraña… [...] hay otra
solidaridad en un nivel más profundo de la lucha. Tiene que ver con el acto
cotidiano de vivir, es la lucha contra la alienación de nuestras propias
vidas”.
Extraído de un panfleto de Solidaridad Pacífico Sur
…
A cada vez más gente en el RU se le diagnostica un trastorno
por estrés post-traumático (TEPT) o un DESNOS (Desorden de Estrés Extremo sin
Especificar, que involucra la exposición repetida y prolongada a experiencias
traumáticas). Yo considero que los diagnósticos no reflejan lo importante, pero
en este caso me parecen útiles. El TEPT solía ser un problema aplicado a
supervivientes de la tortura o de situaciones de guerra, amenaza a la
integridad física o desastres naturales. Pero incluso las autoridades psiquiátricas
han tenido que admitir que hay mucha gente que cumple los síntomas de TEPT sin
haber sido sometidas a las causas comunes que se le asignaban (es decir, no
siempre pueden explicar sus síntomas como el resultado de un acontecimiento
traumático concreto como una guerra o un encarcelamiento), de ahí viene el
DESNOS.
Abusos a niñxs, abusos sexuales, violencia doméstica,
ruptura matrimonial, divorcio de los padres, todos son reconocidos como
posibles factores que contribuyen al inicio de un TEPT. Pero todos los síntomas
que componen el TEPT también son comunes en muchos otros desórdenes mentales:
la ansiedad, la depresión y los problemáticos “desórdenes de personalidad”
(cualquier personalidad o comportamiento que te marca fuera del consumidor
somatizado, con salario, obsesionado con los productos que puede comprar,
conformista y políticamente inactivo), que han sido inventados por las
compañías farmacéuticas para vender más drogas y por los psiquiatras y el
sistema de justicia para poder invalidar y extraer de la sociedad a todos
aquellos que rehúsen someterse.
…
Tengo doce años. Un año después de que mi padre nos
abandonara. El año en que mi madre se vuelve loca, rompiéndome cepillos en la
cabeza cada noche a causa de su frustración, abusando emocionalmente de mí,
golpeándome, empujando mi cara contra la nieve porque está enfadada y sola y lo
exterioriza con la persona equivocada porque la persona correcta no la
escuchará, dejándome sola porque ya no puede aguantar la casa que alguna vez
compartieron. Estoy de pie bajo el marco de su puerta, es de noche, no puedo
dormir, estoy desesperada por decir algo pero perdí mis palabras. Me ruega que
me vaya a la cama, que la deje dormir. No puedo moverme. No puedo hablar. Mi
padre finge no conocernos si nos lo cruzamos en el supermercado o en la playa.
Mis sentimientos ya no cuentan. Trato de ahorcarme, llena de odio y rabia, de
amor reventado, de esperanza reventada y de confianza reventada.
…
Me arrastran al psiquiatra. Literalmente arrastrada,
pateando y gritando, a través del páramo de la Costa Sur, a la sombra de buques
de guerra, barcos prisión y viejas fortalezas, por debajo Portsdown Hill y sus
instalaciones de investigación militar de ladrillo rojo, pasando una
urbanización tras otra de pisos de protección oficial podridos y cuarteles
navales, bajo la lluvia, a un psiquiatra y, desde entonces hasta hoy, soy yo
quien ha hecho algo mal, hay algo equivocado en mí. Mi padre le envía a mi
madre textos sobre análisis transaccional y mi madre se deleita con que el
primer psiquiatra rehúse recibirme porque hago demasiadas preguntas,
forzándolo, a mi manera infantil, a mirarse a sí mismo. Soy una chica difícil,
al menos eso dicen. Incontrolable. Demasiado lista para mi propio bien. Soy mi
peor enemiga.
…
Entonces, ¿qué, en nuestro mundo, podría llevar hacia un
TEPT o un DESNOS?
“Los sucesos traumáticos experimentados directamente
incluyen, pero no se limitan a, combate militar, asalto violento contra la
persona (agresión sexual, ataque físico, robo, atraco), ser secuestradx, ser
tomadx como rehén, atentado terrorista, tortura, encarcelamiento como
prisionerx de guerra o en un campo de concentración, crimen, desastres
naturales o causados por el ser humano, accidentes de coche graves o ser
diagnosticadx de una enfermedad que amenace tu vida. Para los niños, los
eventos sexuales traumáticos pueden incluir experiencias sexuales en momentos
inapropiados del desarrollo personal, sin que necesariamente haya amenaza de
violencia, violencia o daños. Los sucesos traumáticos presenciados incluyen,
pero no se limitan a, observar heridas graves o la muerte por causa no natural
de otra persona debidas a ataques violentos, accidentes, guerra, desastres, o
haber visto inesperadamente un cadáver o partes amputadas de un cuerpo. Los
sucesos traumáticos experimentados por otrxs de los cuales se tiene noticia,
incluyen, pero no se limitan a, asalto violento a la persona, accidente grave,
heridas graves sufridas por un miembro de la familia o amigo cercano…”
(DSM-IV-TR: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la
Asociación Americana de Psiquiatras, 1994)”
…
Un informe de 1989 estimaba que a los catorce años, lxs
chicxs en Occidente han presenciado alrededor de 11.000 asesinatos en
televisión.
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Tenemos más comida de la que podemos comer. Tenemos acceso a
diferentes medios para entretenernos: televisión, cine, radio, la industria
musical, Internet, PlayStations. Nuestrxs hijxs tienen juguetes y tecnología
con las que se mantienen ocupadxs. No nos atacan ejércitos, paramilitares o
policías secretas. Podemos transportarnos fácilmente de un lugar a otro.
Podemos vivir donde queramos y viajar por el mundo. Tenemos educación para
todxs y oportunidades laborales. Tenemos suficiente dinero para vivir -algunxs
más que otrxs-, pero pocxs de nosotrxs no tenemos nada. Tenemos drogas
recreativas para disfrutar y drogas médicas para mantenernos vivxs y dejar de
sentir demasiado. La mayoría no teme por su seguridad física, nuestras casas
están protegidas y nuestras prisiones están literalmente desbordadas (la
solución es meter a lxs presxs en contenedores de mercancía modificados).
La gente muere aquí de malnutrición, no por hambre, sino por
obesidad. Muchos occidentales la sufren en su día a día. La comida que comemos
ha sido descrita como ‘anti-nutritiva’ por algunos nutricionistas -importada,
empaquetada con materiales tóxicos, y producida por una maquinaria de
agricultura industrial masiva (suelos pobres e insecticidas)-. La comida rápida
y las chucherías no son comida. La comida que comemos no nos sana, nos hace
daño. El conocimiento y proceso de cultivar, cosechar y recolectar nuestra
comida también se ha perdido -junto con el proceso curativo de estas
actividades, nuestra conexión con la naturaleza y la sensación de autonomía
sobre nuestras necesidades básicas y supervivencia-.
Soportamos sobredosis de información -una especie de ruido
blanco- totalmente banal, anestésica y paranoica. La capacidad de concentración
ha disminuido y la interacción humana está cada vez más mediada por la
tecnología. En lugar de nuestras vidas “reales” tenemos “realities”. Nuestras
conversaciones, así como nuestros espacios privados, son interrumpidos
constantemente por llamadas al móvil, nuestras amistades se mantienen a través
de los mensajes de texto y los e-mails.
Vivimos en una cultura del miedo al otrx. Estamos enchufadxs
a los ordenadores y la televisión. La educación -como siempre- se basa en
enseñarnos a no cuestionar, a pasar exámenes, a aprender sólo lo que el
gobierno quiere que aprendamos, a rompernos para que seamos un engranaje más de
la máquina. Un informe reciente de la UNICEF sobre niñxs en el RU lxs describió
como lxs más infelices del mundo desarrollado.
Aquí tenemos el estado del bienestar. Tenemos tarjetas de
crédito. Tenemos una pobreza relativa, en vez de absoluta, junto a la
propaganda de las oportunidades y la elección.
Ya no recordamos cómo curarnos a nosotrxs mismxs. Incluso si
nos acordáramos, las enfermedades producidas por la sociedad tecno-industrial
probablemente estén fuera del alcance de los remedios tradicionales, y la
industrialización ha eliminado muchas de las plantas que empleaba la medicina
natural. El RU es un desierto agrícola e industrial.
Estamos sujetxs a una vigilancia constante, aumenta el
número de policías, agentes cívicos, seguratas, cámaras, furgonetas con vídeo,
equipos de seguimiento de audio en los McDonald’s y las estaciones de tren,
pulseras de seguimiento electrónico, móviles con cámaras y rastreo de llamadas
y de correo electrónico.
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[bares] [tiendas] [restaurantes] [parques] [comiendo]
[caminando] [calles] [centros urbanos] [bloques de oficinas] [cajeros
automáticos] [probadores] [dormitorios] [desvistiendo] [vistiendo] [piscinas]
[puertas] [autopistas] [polideportivos] [playas] [tejados] [helicópteros] [furgonetas
de vigilancia] [hablando] [abrazando] [luchando] [mcdonald's] [juzgados]
[cafeterías] [comisarías] [teléfonos móviles] [llorando] [bailando] [clubs]
[pubs] [centros de salud] [corriendo] [empresas de taxi] [taxis] [cárceles]
[pasillos de escuelas] [aulas] [patios de escuelas] [parques infantiles]
[parkings] [aeropuertos] [estaciones de tren] [estaciones de autobús] [trenes]
[autobuses] [puertos de ferry] [esquinas] [vallas publicitarias] [webcams]
[aprendiendo] [viajando] [estando quietx] [análisis de movimientos]
[vestíbulos] [ascensores] [ayuntamientos] [starbucks] [casas] [bancos]
[barracones del ejército] [análisis biométricos] [análisis de patrones de
grupos] [planetarios] [cines] [teatros] [gimnasios] [parques de atracciones]
[causando disturbios] [polígonos industriales] [barrios de protección oficial]
[gasolineras] [satélites] [escaleras] [observando] [tosiendo] [metiendo goles]
[sonriendo] [muriendo] [robando] [amando] [follando] [besando] [agarrando]
[bebiendo] [quedando] [despidiendo] [comprando] [fumando] [perdiendo el tiempo]
[durmiendo] [trabajando] [esperando] [jugando] [rezando] [desobedeciendo]
[universidades] [centros comerciales] [galerías de arte] [bibliotecas]
[hospitales] [vendiendo] [mercados] [en el R.U. eres grabado un promedio de 300
veces al día]
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Imagina los diferentes uniformes que patrullan las calles,
cielos, edificios y centros urbanos en Gran Bretaña y ponlos todos en el mismo
uniforme, digamos, un uniforme militar…
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Se están introduciendo sistemas de altavoces en las zonas
comerciales del RU: ladran mensajes desde un cuerpo invisible que te previene
contra los carteristas o te dice que recojas lo que acabas de tirar al suelo.
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Tenemos drogas para hacernos felices -legales e ilegales-,
para hacernos olvidar que estamos estresadxs y ansiosxs, para hacernos sentir
cercanxs a otras personas o simplemente para no sentir nada en absoluto, para
mantener la economía funcionando, para levantarnos por la mañana y dormirnos
por la noche. Tenemos terapias que nos ayudan a adaptarnos a un sistema que
nuestros cuerpos y mentes rechazan. Si las drogas y las terapias no ayudan,
tenemos drogas más fuertes, hospitales psiquiátricos y otras prisiones. El
diccionario de “enfermedades mentales” está en crecimiento, la mayoría de ellas
podrían describirse simplemente: la civilización y el rechazo a la
civilización.
La muerte, la enfermedad o las lesiones resultantes de
abusos de sustancias, incluyendo el tabaco y el alcohol, la actividad sexual,
los accidentes de transporte, la obesidad, la contaminación, el estrés, el
suicidio y las autolesiones son epidémicas. La gente sí que teme por sus vidas.
Pregunta a los Samaritanos. Pregunta a las miles de personas que cada año
terminan en salas de urgencias porque se hicieron daño ellas mismas, o bebieron
mucho, o no podían garantizar que no se matarían antes de que acabara la noche.
Pregunta a todos los muertos o mutilados como resultado de accidentes en la
carretera, insuficiencia cardíaca o cáncer.
La forma en que vivimos es de cautividad, un estado
esquizoide. Es interesante que muchos de los problemas de salud mental que
padecen hombres y mujeres urbanxs, industriales y tecnológicxs tienen un
paralelismo con el comportamiento de los animales en cautividad: reacciones de
escape (corriendo de aquí para allá, haciéndose daño o quedando postrados sin
moverse), desórdenes alimenticios (anorexia, bulimia, comer compulsivamente),
sobre-acicalarse, balancearse y andar de un lado a otro, automutilación,
comportamiento sexual anormal y comportamiento estereotípico (desorden
obsesivo-compulsivo), apatía, relaciones anormales entre padres e hijos
(abandono, infanticidio), prolongación de un comportamiento infantil,
incluyendo la falta de confianza social y una agresividad incontrolada, debido
a la superpoblación o al aislamiento, y dirigida a las personas u objetos
“equivocadxs” (los objetivos correctos, sus captores y los guardias del
zoológico, están fuera de su alcance).
Todxs hemos escuchado las historias de delfines intentando
romperse la cabeza contra los cristales de sus acuarios, y sabemos que los
animales en cautividad tienen dificultades para criar, la infertilidad y los
abortos son una respuesta al estrés (también para muchos occidentales) o una
“elección”, traer crías en un estado de cautividad se podría, después de todo,
considerar como un acto extraño de crueldad.
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En los últimos años se ha impuesto un toque de queda a lxs
chicxs británicxs, no se les deja congregarse en grupos de más de dos, se les
obliga a hacer exámenes académicos a la temprana edad de 7 años, tendrán que
pasar por una entrevista de 200 preguntas que “defina quiénes son” para obtener
un pasaporte, son el objetivo de la draconiana Normativa de Comportamiento
Antisocial (ASBO, Anti-Social Behaviour Order), se les toman las huellas
digitales en las escuelas (muchas de las cuales están rodeadas por cámaras y ya
no tienen corredores sino puertas que tienen que ser abiertas y cerradas por
“profesores”, lo que hace la libertad de movimiento imposible).
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Los animales en cautividad, como los humanos modernos,
tienen una vida relativamente cómoda: se les alimenta, limpia, están a salvo
del salvajismo, tienen acceso a relaciones sexuales, un poco de espacio y algo
de estímulo. Como en nuestra “buena vida”. Y aún así, no parece que la
soporten. Nosotrxs tampoco.
Algunos aspectos de la civilización son claramente una
tortura como la que se define en los manuales. Algunas definiciones de tortura
mental incluyen: “forzar a la víctima a torturar a otra persona, presenciar la
tortura de otra persona y presenciar asesinatos o violaciones…, detención en
completa oscuridad, exposición a luces brillantes, exposición a ruidos
constantes o privación del sueño. Condiciones precarias que incluyen la falta
de comida, cuidado médico y comunicación.” (de “Clinical Signs and Symptoms”).
Aplicar estas definiciones a la forma en que vivimos es bastante fácil:
secuencias violentas en los telediarios, películas y juegos, alienación,
policía por doquier, desinformación, exposición a luces constantes y ruidos y
condiciones pobres -cuanto menos, casi endémicamente estresantes- para la
mayoría de la gente.
Y el resultado:
“… la siguiente constelación de síntomas se encuentra con
frecuencia asociada a un estresor interpersonal (por ejemplo, abuso físico o
sexual a niños, palizas domésticas, ser tomado como rehén, encarcelamiento,…
tortura): modulación afectiva disminuida, comportamiento autodestructivo e
impulsivo, síntomas disociativos, dolencias somáticas, sentimientos de
inutilidad, vergüenza, desesperación, desesperanza; sentirse permanentemente
herido; pérdida de creencias anteriores, hostilidad, retraimiento social,
sentirse constantemente amenazado, relaciones interpersonales deterioradas o
cambio de las características de personalidad anteriores.” (DSM-IV-TR: Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la Asociación
Americana de Psiquiatras, 1994).
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Ella llora. Ella detiene su llanto, apretando dos dedos
contra el puente de su nariz hasta que las lágrimas dejan de salir. Está
sentada en el borde de la bañera, alumbrada sólo por la luz del pasillo que se
filtra por la puerta. No tiene razones para llorar. Sólo lo hace. Sólo lo
desea. Sólo está triste. Está avergonzada de esto, pero ella es así. Suelen
hacerle comentarios respecto a la tristeza de su cara, cada vez que hay una
pausa en la conversación, cuando ella es inconsciente de los ojos que la
observan. No quiere decir que no esté alegre a veces. Tiene arrugas de risa.
Pero a menudo ella siente su risa como si estuviera captando con la mirada un
animal que creía extinto. Y su tristeza es la tristeza de un animal atrapado,
al igual que su rabia, su letargia, su odio; si no es hacia su carcelerx, es
hacia sus compañerxs reclusxs, aunque a veces es difícil hacer la distinción.
Los vínculos íntimos son un tirachinas listo, una pistola cargada sin el seguro
puesto.
Le cubre el agua turbia hasta las rodillas, cerca de
Chichester. Vinieron al estuario a nadar y a jugar. Ella, su hermanastro y su
hermano. Ella lleva un bikini. Azul eléctrico con borde rosa. Ella tiene 13 ó
14 años. Tiene senos pequeños, apenas crecidos a su metro cincuenta de
estatura. Su hermanastro es mayor, 15 ó 16 años, no es alto pero sí robusto.
Están con el agua a las rodillas entre un juncal un metro más alto que ellos.
Él está intentando conseguir que ella se quite el bikini. Ella no quiere hacerlo.
Pero él es mayor, y proviene de una familia a la que su madre admira. La chica
cree que, de alguna manera, ella tiene que ceder, incluso aunque no le guste
estar aquí, incluso aunque se sienta enferma y quiera llorar. Este “juego”
lleva reproduciéndose durante años. Ella no quiere ofenderlo ni iniciar un
conflicto. Ella no es lo suficientemente importante. Ella no tiene ningún
derecho a negarle lo que quiere. Después, él llena su bikini de barro cuando
están nadando, cogiéndole las tetas mientras lo hace, haciendo como si fuera
una inocente pelea de agua para que su hermano no note nada. En la tarde, se
sientan a comer con los padrinos y la novia de él. Él no la mira ni le habla,
pero cuando se van a dormir, él repta hasta la cama de ella e intenta quitarle
la ropa. Esta vez ella se resiste. Ella no quiere esto. Aún ahora, muchos años
después, cuando folla, cuando hace el amor, cuando la toca un amante, tiene que
apretar los dientes y resistir el impulso de golpear, empujar o simplemente
levantarse y correr.
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¿Qué hace la gente en cautividad, en las salas de tortura?
Alguna gente mantiene la mirada sobre el suelo hasta que la terrible
experiencia acaba. Pero si la situación continúa de manera indefinida -si es
todo lo que conoces-, entonces la mente buscará su propia salida. “Marx
predijo, erróneamente, que una profundización de la miseria material llevaría a
la revuelta y a la caída del capital. ¿No será, más bien, que el incremento del
malestar psíquico está llevando, por sí mismo, al reinicio de la revuelta, y
que, de hecho, esta puede ser la última esperanza de la resistencia?” John
Zerzan, La Psicología de Masas de La Miseria.
La incidencia de autolesiones entre los hombres encarcelados
en el floreciente sistema penitenciario británico iguala a la de las mujeres
“libres”. La autolesión (junto con la violencia doméstica, el abuso de
substancias y los trastornos alimenticios) es la respuesta del superviviente a
la forma de tortura que se puede describir simplemente como “la forma en que
vivimos”. La civilización y todo lo que la define son, en esencia, los manuales
de tortura psicológica aplicados a escala masiva. El comportamiento de
autoabuso de muchas personas aquí en el RU (también en EE.UU.) tiene dos
implicaciones: es al mismo tiempo un intento de sobrevivir en el sistema
exteriorizando todo aquello que se nos ha enseñado a interiorizar, y,
simultáneamente, una compulsión de llevar a cabo el proyecto del Estado
-aquello del control social y el necesario desplazamiento de la ira y la
desesperación desde su objetivo genuino pero nebuloso (el sistema compuesto por
el estado, la industria, las finanzas y el comercio), hacia el único objetivo
accesible, el individuo aislado en una cultura en que la insurrección y la
insumisión masiva son cada vez menos pensables-.
De alguna manera, la incapacidad de tantas personas de
mantener un nivel aceptable de salud mental en nuestro país es alentadora.
Revela la lucha de un organismo vital contra las instituciones opresivas y
aniquiladoras del Estado y el orden económico mundial: estar bien adaptado en
una sociedad profundamente enferma no es ningún indicador de salud. Es el
rechazo a una forma de vida intolerable. Es la incapacidad de ajustarse a
aquello que es dañino y antinatural, a pesar de la existencia de lo que John
Zerzan describe como La Sociedad Psicológica, que a través de la terapia y las
drogas hace todo lo posible para que nos adaptemos cuando “el tema central es
si ‘el mundo que refuerza nuestra incapacidad para cambiar’ puede ser forzado a
cambiar, hasta dejarlo irreconocible.”
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Sólo tenemos que entender que hay una guerra declarada justo
aquí, ahora mismo. Si siempre crees que luchas por alguien que está peor que
tú, ¿no estás diciendo de forma implícita que tú estás mejor y, por tanto, que
en realidad hay partes del capitalismo (tu parte) que están bien?
Dondequiera que estés, hay una guerra sin cuartel entre los
imperativos capitalistas y la pasión por la vida de la gente sometida a él. La
autolesión se entiende, por lo general, como una estrategia de aguante, al fin
y al cabo, se trata de mantenerse vivx ante circunstancias intolerables. Sería
un error, claro está, sugerir que la autolesión es lo mismo que la resistencia,
aunque los problemas de salud mental tienen un gran coste para la economía. Es
una reacción, una respuesta y un rechazo. Es el grito. Pero hasta que no sea
politizado, seguirá siendo sólo un ataque del individuo contra el individuo.
Si la lucha de aquellxs que sufren de problemas mentales o
emocionales no estuviera tan contenida, desplazada y estigmatizada hasta por
aquellxs que se consideran “radicales”, quién sabe qué tipo de sociedad
forjaría esa pasión por la vida desencaminada, esa inteligencia, ese rechazo.
Mientras situemos al enemigo dentro de nosotrxs, alentadxs por un sistema
entero, desde la educación hasta los modelos bio-médicos de la enfermedad
mental, y mientras sigamos viendo estos comportamientos como enfermedades de
las cuales hay una esperanza de cura basada únicamente en cambiar el mundo
interno del enfermo -en vez de en derrocar el sistema-, nunca lo sabremos. Las
sociedades capitalistas-imperialistas avanzadas han sido tan eficaces, tan
brillantes controlando y definiendo cada aspecto de la vida y la psicología
humanas (un préstamo de la historia fascista y totalitaria) que ya poca gente
es capaz de ver esta situación; es omnipresente.
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Creo que la mayoría de gente que sufre en el RU un “problema
de salud mental común”, incluyendo mucha que se autolesiona (y esto incluye
cualquier comportamiento que no sea saludable para la mente o el cuerpo),
simplemente está revelando el estrés psicológico en masa causado por una
exposición prolongada a las condiciones de vida bajo un sistema capitalista
avanzado del cual no se puede escapar, una dictadura elegida, una cultura del
miedo deliberada, un ambiente altamente contaminado y alienado, y un sistema
omnipresente de vigilancia altamente desarrollado.
No hay lugar seguro al que podamos escapar, no hay ningún
lugar adonde podamos ir a pedir asilo por las condiciones bajo las cuales
luchamos. Occidente es, posiblemente, el final de la línea. Estamos, eso nos
enseñan a creer, en el mejor lugar que hay, el más seguro. Muchas personas
arriesgan sus vidas para llegar aquí. Pero el trauma psicológico, físico,
espiritual, económico, político y emocional que soportamos es, pese a esta
ilusión, a esta propaganda, constante e interminable, cuando a diario se
amontona una tensión tras otra, un trauma sobre otro trauma (experimentado
directa o indirectamente), miedo sobre miedo, elección sin sentido tras
elección sin sentido. No hay ningún lugar donde estar bien en el sistema
capitalista global; sólo hay diferentes cámaras de tortura, con las
herramientas adecuadas al objetivo y la etapa de la batalla.
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Hay una historia de Augusto Boal, un dramaturgo brasileño
radical pionero del Teatro del Oprimido, que al encontrarse en el exilio
europeo durante los años setenta comentaba que no podía entender por qué la
gente era tan infeliz si no sufría una opresión política. Sin embargo, después
de un tiempo, llegó a la conclusión de que, aunque algunos estados europeos no
eran tan abiertamente opresivos, esto era porque la gente había llegado a
interiorizar la opresión y, a veces, ni siquiera veía a la autoridad como el
enemigo: a esto lo llamó “el policía interno”.
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En la relación con más abuso mutuo que he tenido, la que me
jodió emocionalmente hasta el punto en el que toda mi noción de la realidad, lo
que sabía de mí misma y el sentido de las cosas empezaron a trastocarse, sin
duda estaba luchando por mi vida. Él no estaba a punto de matarme con sus
manos, pero me dejaba sin palabras. Cuando alguien te deja muda tergiversando
todo lo que tú dices y, cuando le conviene, todo lo que él dice, tienes que
pelear con tus puños. Rara vez peleaba contra él -sólo en la medida en que él
peleaba contra mí: él empujaba, yo abofeteaba-. Peleaba contra mí misma. Me
quemé, tomé sobredosis, me rajé las muñecas, pensé en el asesinato, rechacé a
la gente que me quería, muchas noches bebía casi hasta el coma, paré de comer,
rompí cosas, me detuvieron, intenté morder los dedos de un policía, intenté
morderme la lengua y grité. No fue un grito vocal. Salió de todo mi cuerpo. Un
grito impactante que duró cinco minutos hasta que me quedé sin aliento y del
cual no me creía capaz. Un grito de angustia absoluta, incesante, inconsolable,
atrapada, brutal, muda, impotente, histórica. Era la única cosa que podía
atravesar los barrotes, un sonido como una mano extendida sin la esperanza de
que el cuerpo pudiera seguirla. Era lo único que quedaba por decir…
Ese grito todavía está ahí. Está en todxs lxs que saben que
están luchando por su vida: lxs que se autolesionan, lxs alcohólicxs, lxs
drogadictxs, lxs parasuicidas y lxs suicidas, las víctimas de abusos
domésticos, policiales, racistas, homófobos, lxs que comen poco o demasiado;
está en las gargantas de chavalxs atrapadxs en familias nucleares, hogares
rotos o sin hogar y en escuelas y centros de menores, en las bocas de lxs
presxs y lxs prostitutxs, en las entrañas de millones de personas dopadas por el
Prozac, el litio y el Ritalin. Está en todxs, pero algunxs están más cerca que
otrxs de ese grito y lo que significa.
Si no crees que estés luchando por tu vida, piénsalo de
nuevo. Si sabes que no estás luchando por tu vida, puede que estés en el lado
equivocado.
…
“Necesitamos un programa de psicocirugía y control político
de nuestra sociedad. El objetivo es el control físico de la mente. Todo aquel
que se desvíe de las normas impuestas puede ser mutilado quirúrgicamente. El
individuo puede pensar que la realidad más importante es su propia existencia,
pero esto es sólo su punto de vista personal. Esto carece de perspectiva
histórica. El hombre no tiene derecho a desarrollar su propia mente.” (Dr. José
Delgado, un psiquiatra contratado por la CIA para el programa de control mental
MKULTRA después de haber servido al régimen franquista).
“… los oídos de lxs bárbarxs son sensibles únicamente a las
voces que los llaman a asaltar el Imperio, a barrer lo existente. Su furia
incluso produce terror en muchos enemigos del Imperio que dicen querer
vencerlo, pero de manera bien educada. Como cortacuellos civilizados, comparten
el desacuerdo pero no el odio, entienden la indignación pero no la rabia;
lanzan eslóganes de protesta pero no gritos de guerra, están preparados para
derramar saliva pero no sangre… Para lxs bárbarxs, como para lxs niñxs, cuya
naturaleza todavía no ha sido completamente domesticada, la libertad no empieza
con la elaboración de un programa ideal sino con el ruido inconfundible de
vidrios rotos.”
Crissus & Odosseus. Barbarians: Disordered Insurgence
[1]El original se refiere a “enclosures”, el proceso de
cercamientos de las propiedades agrícolas, que comienza ya en el siglo XVI y se
intensifica a partir de 1760, a raíz del aumento de los precios de los
cereales. Los cercamientos se legalizaron cuando el Parlamento inglés aprobó la
“General Enclosure Act” (Ley de cercamientos) (1801). Este fenómeno transformó
la estructura del campo inglés sustituyendo los “openfield” (campos abiertos)
por los campos cerrados y convertían la tierra “común” en propiedad privada.