Todo nuestro odio es producto de un mundo que nosotros creamos.

Flectere si nequeo superos, acheronta movebo

domingo, 8 de mayo de 2016

Las esposas emocionales



Un habitante de un pequeño pueblo descubrió un día que sus manos estaban aprisionadas por unas esposas. Cómo llegó a estar esposado es algo que carece de importancia. Tal vez lo esposó un policía, quizás su mujer, tal vez era esa la costumbre en aquella época. Lo importante es que de pronto se dio cuenta de que no podía utilizar libremente sus manos, de que estaba prisionero.

Durante algún tiempo forcejeó con las esposas y la cadena que las unía intentando liberarse.

Trató de sacar las manos de aquellos aros metálicos, pero todo lo que logró fueron magulladuras y heridas. Vencido y desesperado salió a las calles en busca de alguien que pudiese liberarlo. Aunque la mayoría de los que encontró le dieron consejos y algunos incluso intentaron soltarle las manos, sus esfuerzos sólo generaron mayores heridas, agravando su dolor, su pena y su aflicción. Muy pronto sus muñecas estuvieron tan inflamadas y ensangrentadas que dejó de pedir ayuda, aunque no podía soportar el constante dolor, ni tampoco su esclavitud.

Recorrió las calles desesperado hasta que, al pasar frente a la fragua de un herrero, observó cómo éste forjaba a martillazos una barra de hierro al rojo. Se detuvo un momento en la puerta mirando. Tal vez aquel hombre podría...

Cuando el herrero terminó el trabajo que estaba haciendo, levantó la vista y viendo sus esposas le dijo: "Ven amigo, yo puedo liberarte". Siguiendo sus instrucciones, el infortunado colocó las manos a ambos lados del yunque, quedando la cadena sobre él.

De un solo golpe, la cadena quedó partida. Dos golpes más y las esposas cayeron al suelo. Estaba libre, libre para caminar hacia el sol y el cielo abierto, libre para hacer todas las cosas que quisiera hacer. Podrá parecer extraño que nuestro hombre decidiese permanecer en aquella herrería, junto al carbón y al ruido. Sin embargo, eso es lo que hizo. Se quedó contemplando a su libertador. sintió hacia él una profunda reverencia y en su interior nació un enorme deseo de servir al hombre que lo había liberado tan fácilmente. Pensó que su misión era permanecer allí y trabajar. Así lo hizo, y se convirtió en un simple ayudante.

Libre de un tipo de cadenas, adoptó otras más profundas y permanentes: puso esposas a su mente. Sin embargo, había llegado allí buscando la libertad.

Igual pasa con el amor.

Llegamos al amor buscando libertad, y lo primero que hacemos es ponernos cadenas que nos limitan y limitan a nuestra pareja, limitamos los sentimientos, las atracciones y, en definitiva, ponemos límites a lo que pueden hacer o no con otras personas, convirtiéndonos en opresores y oprimidos a la vez.

Las esposas emocionales son las más difíciles de quitar, porque se aferran a lo más íntimo del ser humano, se aferran a los sentimientos, algo, que como nadie nos enseña a gestionar, danza desbocado y caótico por toda nuestra mente, y no es nada fácil romper éstas cadenas.

Tenemos que aprender a desprendernos de las cadenas sin hacer de la liberación una prisión.
Tenemos que aprender que aunque a veces necesitemos y busquemos ayuda (ya sea para liberarnos de unas esposas o de la soledad), no podemos dejar que esa ayuda se convierta en nuestro nuevo cautiverio, del que esta vez, estaremos encantados de formar parte.

martes, 22 de septiembre de 2015

Cosas de mayores

Hace mucho o poco tiempo, en un pueblo cualquiera, se hallaban dos chicos cualesquiera en un parque, hablando mientras descansaban después del largo rato de juego.

-Me he dado cuenta de algo muy raro en las personas mayores.

+¿Tú también te has fijado en que no saben que lo esencial es invisible a los ojos?

-Sí, pero no es eso, hoy en el recreo he visto como un niño llamaba a otro gafotas y se burlaba de él por ser diferente, y también he visto como un chico le pegaba a otro por haberle dado un abrazo a la chica que le gusta, cuando se lo he contado a mi papa y a mi mama, han dicho que eso son "cosas de niños", lo que me ha dejado muy confuso.

+Pues ahora que lo dices, hoy los chicos estaban jugando a un juego que se llama "el tocaculos", y lo que hacen es ir a tocarles el culo a las chicas, aunque ellas no quieren que lo hagan, y los maestros que dan vueltas en el recre siempre dicen que "son cosas de niños", les regañan un poco y les dicen a ellas que no les dejen que se lo toquen, ¡como si fuese culpa de las niñas!.

-¿Por qué cuando los niños hacen algo malo, son cosas de niños, pero sí un adulto hace lo mismo va a la cárcel? después de todo, yo siempre me fijo en mi papá y en mi mamá para ver como tengo que ser, y también en la tele, y seguro que los demás niños aprenden igual, ¿por qué no dejan de enseñar a los niños a portarse mal? así no se acostumbraran y no tendrán que castigarlos cuando crezcan.

+ Ya nos preocuparemos de eso cuando crezcamos, ¡ahora vayamos a jugar!

- Tienes razón, todo eso son cosas de mayores.

martes, 14 de abril de 2015

¿Eres social, o eres libre?

Aquí un extracto de "nueva visita a un mundo feliz", de Aldous Huxley, un libro que me costó varias vidas terminar a pesar de lo corto que es, simplemente porque a pesar de que Huxley es brillante como persona en general, como escritor (siempre desde mi punto de vista) es horrible. A pesar de todo recomiendo el libro porque me parece algo realmente útil de leer en lo tiempos que corren para tener otro punto de vista sobre como funciona el mundo. El texto es un copia y pega del libro, ya que cuando cito no me gusta alterar el texto, ni lo he pasado a inclusivo ni le he corregido los fallos ortográficos que pudiera tener, espero que disfrutéis la lectura tanto como yo.

"La Ética Social parte del supuesto de que la crianza tiene una importancia decisiva en la determinación de la conducta humana y de que la naturaleza –el equipo psicofísico con el que nacen los individuos–

es un factor insignificante. Pero ¿es esto verdad? ¿Es verdad que los seres humanos son únicamente los productos de su ambiente social? Y si no es verdad, ¿qué justificación puede haber para sostener que el individuo es menos importante que el grupo del que es miembro?

Todos los elementos de juicio disponibles indican que, en la vida de los individuos y las sociedades, la herencia no es menos importante que la cultura. Cada individuo es biológicamente único y distinto de todos los otros individuos. La libertad es por tanto un gran bien, la tolerancia una gran virtud y la uniformidad una gran desdicha. Por razones prácticas o teóricas, los dictadores, los Hombres de Organización y ciertos hombres de ciencia ansían reducir la enloquecedora diversidad de las naturalezas de los hombres a una u otra clase de gobernable uniformidad. En el primer impulso de su fervor behaviorista, J. B. Watson declaró rotundamente que no podía encontrar "apoyo alguno para las normas hereditarias de conducta ni para los especiales talentos (musicales, artísticos, etc.) que dicen que hay en las familias".

Incluso hoy un distinguido psicólogo, el profesor B. E Skinner, de Harvard, insiste en que "a medida que la explicación científica se hace más amplia, la contribución a ella que puede reivindicar el individuo mismo parece acercarse a cero. Las alabadas facultades creadoras del hombre, sus realizaciones en el arte, la ciencia y la moral, su capacidad para optar y nuestro derecho a hacerlo responsable de las consecuencias de su opción son cosas que sin excepción carecen de importancia en el nuevo autorretrato científico". En pocas palabras, los dramas de Shakespeare no fueron escritos por Shakespeare ni siquiera por Baton o el conde de Oxford; fueron escritos por la Inglaterra isabelina.

Hace más de sesenta años, William James escribió un ensayo sobre "Los grandes hombres y su ambiente", en el que se lanzó a la defensa de los individuos sobresalientes contra los ataques de Herbert Spencer. Este había proclamado que la "Ciencia" (esa personificación maravillosamente conveniente de las opiniones, en una fecha determinada, de los profesores X, Y y Z) había abolido por completo al Gran Hombre. "El gran hombre –había escrito– debe ser clasificado, con todos los otros fenómenos de la sociedad que lo ha hecho nacer, como un producto de los antecedentes de esa misma sociedad." El gran hombre es tal vez (o parece que es) el "iniciador inmediato de cambios... Pero, si ha de haber algo que sea una verdadera explicación de estos cambios, es preciso buscarlo en el conjunto de condiciones del que han surgido tanto él como ellos". Estamos aquí ante una de esas huecas honduras a las que no cabe atribuir significado funcional alguno. Lo que nuestro filósofo está diciendo es que debemos saberlo todo antes de que podamos comprender de modo completo una cosa cualquiera. Es indudable. Pero de hecho nunca podremos saberlo todo. Debemos, por tanto, contentarnos con la comprensión parcial y las causas inmediatas, incluida la influencia de los grandes hombres. "Si hay algo humanamente cierto –

escribe William James– es que la sociedad del gran hombre, llamada así con propiedad, no lo hace antes de que él pueda rehacerla. Son las fuerzas fisiológicas, con las que las condiciones sociales, políticas, geográficas y, en una gran medida, antropológicas tienen tanto y tan poco que ver como el cráter del Vesubio con la llama vacilante del gas a cuya luz escribo, las que lo hacen. ¿Es que el señor Spencer sostiene que la convergencia de las presiones sociológicas chocó de tal modo sobre Stratford-upon-Avon hacia el 26 de abril de 1564 que tuvo que nacer allí un W. Shakespeare, con todas sus peculiaridades mentales?... Y

¿quiere decir que, si el susodicho W. Shakespeare hubiese muerto de enteritis infantil, otra madre de Stratford-upon-Avon hubiera necesitado engendrar un duplicado del extinto para restablecer el equilibrio sociológico?"

El profesor Skinner es un psicólogo experimental, y su tratado sobre "Ciencia y Conducta Humana" está sólidamente basado en los hechos. Pero, por desgracia, los hechos pertenecen a una clase tan limitada que, cuando finalmente se lanza a una generalización, sus conclusiones son tan poco realistas como las del teórico Victoriano. Ello es inevitable, porque la indiferencia del profesor Skinner por lo que James llama las "fuerzas fisiológicas" es casi tan completa como la de Herbert Spencer. Descarta con menos de una página los factores genéticos determinantes del comportamiento humano. No hay en su libro la menor referencia a los datos de la medicina constitucional ni la menor alusión a esa psicología constitucional en función de la cual (sólo en función de la cual, a mi juicio) sería posible escribir una biografía completa y realista de un individuo en relación con los hechos importantes de su existencia: su cuerpo, su temperamento, sus dotes intelectuales, su ambiente inmediato de momento a momento, su tiempo, su lugar y su cultura. Una ciencia del comportamiento humano es como una ciencia del movimiento en abstracto: es necesaria, pero totalmente inadecuada para los hechos en sí misma. Consideremos una libélula, un cohete y una ola rompiéndose. Los tres son ilustraciones de las mismas leyes fundamentales del movimiento, pero cada uno de ellos ilustra estas leyes de un modo distinto y las diferencias son importantes por lo menos tanto como las identidades. Por sí mismo, un estudio del movimiento apenas puede decirnos algo de lo que, en un caso dado, se está moviendo.

Análogamente, un estudio de la conducta apenas puede decirnos algo por sí mismo del conjunto mente-cuerpo individual que, en un caso dado, está exhibiendo un comportamiento. Pero, para nosotros, que somos mentes-cuerpos, el conocimiento de los conjuntos mentes-cuerpos es de primordial importancia. Además, sabemos por observación y experiencia que las diferencias entre los conjuntos mentes-cuerpos individuales son enormes y que algunos de estos conjuntos pueden tener y tienen una profunda influencia en su ambiente social. Sobre este último punto, el señor Bertrand Russell está de completo acuerdo con William James y...

prácticamente con todos, exceptuados los proponentes de las teorías spencerianas y behavioristas. Según Russell, las causas del cambio histórico son de tres clases: el cambio económico, la teoría política y los individuos importantes. "No creo –dice– que ninguno de estos factores pueda ser desconocido o totalmente explicado como efecto de causas de otra clase." Así, si Bismarck y Lenin hubiesen muerto en la infancia, nuestro mundo sería muy diferente de lo que, gracias en parte a Bismarck y Lenin, actualmente es. "La historia no es todavía una ciencia y sólo se puede lograr que parezca tal con falsificaciones y omisiones." En la vida real, en la vida que se vive día a día, el individuo no puede nunca ser explicado como un producto de las circunstancias exteriores. Sólo en teoría sus contribuciones parecen acercarse a cero; en la práctica son de la mayor importancia. Cuando se hace un trabajo en el mundo, ¿quién lo hace? ¿De quién son los ojos y oídos que perciben, la corteza que piensa, los sentimientos que motivan, la voluntad que vence los obstáculos? Desde luego, no los del ambiente social, porque un grupo no es un organismo, sino una organización ciega e inconsciente.

Cuanto se hace dentro de una sociedad se hace por individuos. Estos individuos están, desde luego, profundamente influidos por la cultura local, los tabúes, los principios morales, la información veraz o falsa heredada de lo pasado y preservada en un cuerpo de tradiciones orales o de literatura escrita, pero, sea lo que fuere lo que cada individuo tome de la sociedad (o, para ser más exactos, de otros individuos asociados en grupos o de las simbólicas constancias compiladas por otros individuos, vivos o muertos), lo utilizará a su modo único, con sus sentidos especiales, su constitución bioquímica, su físico y temperamento, no al modo de ningún otro. Ninguna cantidad de explicación científica, por muy amplia que sea, puede eliminar estos hechos evidentes.

Y recordemos que el retrato científico del hombre como producto del ambiente social que hace el profesor Skinner no es el único retrato científico. Hay otros parecidos más realistas. Veamos, por ejemplo, el retrato del profesor Roger Williams. Lo que pinta no es la conducta en abstracto, sino los conjuntos mentes-cuerpos comportándose, unos conjuntos que son los productos en parte del ambiente social que comparten con otros conjuntos y en parte de su propia herencia privada. En The Human Frontier y Free but Unequal, el profesor Williams ha examinado detenidamente esas diferencias innatas entre los individuos para las que el doctor Watson no encuentra apoyo y cuya importancia, a juicio del profesor Skinner, se acerca a cero. Entre los animales, la variabilidad biológica dentro de una especie dada se hace más y más notable a medida que ascendemos en la escala de la evolución. Esta variabilidad biológica llega a su máximo en el hombre, y los seres humanos exhiben un grado de diversidad bioquímica, estructural y temperamental superior al que se observa en los miembros de cualquier otra especie. Es un hecho perfectamente observable. Pero lo que he llamado Voluntad de Orden, ese deseo de imponer una inteligible uniformidad a la desconcertante variedad de las cosas y los acontecimientos, ha inducido a muchos a desconocerlo. Han reducido a un mínimo la singularidad biológica y han concentrado toda su atención en los más sencillos y, en el estado actual de los conocimientos, más comprensibles factores ambientales del comportamiento humano.

"Como consecuencia de estas ideas e investigaciones centradas en el ambiente –escribe el profesor Williams–, la doctrina de la uniformidad esencial de los infantes humanos ha conquistado una vasta aceptación y tiene el apoyo de numerosos psicólogos sociales, sociólogos, antropólogos sociales y muchos otros, con inclusión de historiadores, economistas, educadores, juristas y hombres públicos. Esta doctrina ha quedado incorporada a las ideas que prevalecen en muchos de los que participan en la determinación de los principios educativos y de política, y es frecuentemente aceptada sin discutir por quienes piensan poco por propia cuenta."

Los sistemas de ética y derecho basados en esta errónea opinión sobre la naturaleza de las cosas fueron la causa (durante los siglos en que fueron tomados muy en serio por hombres con autoridad) de males aterradores. La orgía de espionajes, linchamientos y asesinatos judiciales que estas ideas equivocadas acerca de la magia hacían lógica y obligatoria no fue igualada sino hasta nuestros días, cuando la ética comunista, basada en una opinión errónea de la economía, y la ética nazi, basada en una opinión errónea de la raza, ordenaron y justificaron atrocidades en una escala todavía mayor. Consecuencias apenas menos indeseables tendría probablemente la adopción general de una Ética Social basada en el error de que nuestra especie es una especie completamente social, de que los infantes humanos nacen uniformes y de que los individuos son el producto de un acondicionamiento operado por el ambiente colectivo y dentro de él. Si estas ideas fueran correctas, si los seres humanos fueran realmente miembros de una especie verdaderamente social y si sus diferencias individuales fueran insignificantes y pudieran ser completamente borradas con el apropiado acondicionamiento, es evidente que no habría necesidad alguna de libertad y que el Estado tendría justificación para perseguir a los herejes que la reclamaran. Para el termes individual, servir al termitero es la libertad perfecta. Pero los seres humanos no son completamente sociales; son tan sólo moderadamente gregarios. Sus sociedades no son organismos como la colmena o el hormiguero; son organizaciones; son, en otros términos, mecanismos ad hoc para la vida colectiva."

En otras palabras, Huxley opinaba que, si bien los factores externos ejercen una poderosa influencia en el ser humano, nuestra genética juega un papel decisivo en nuestra forma de ser, nuestras decisiones y nuestras capacidades. No somos machistas (por poner un ejemplo a la orden del día) sólo porque la sociedad nos haya hecho interiorizarlo, la sociedad te bombardea con una información pero TÚ decides que hacer con ella, nosotres tenemos siempre la última palabra ante lo que el sistema trata de imponernos. No importa cual sea la situación, tu mente es única, tu cuerpo es único, solo tú puedes decidir lo que haces con tu vida (dentro de las posibilidades humanas) y con todo lo que sabes o crees saber.

Ahora se te plantean dos opciones, renunciar a tu libertad, ser un ser plenamente social como bien afirman muchos psicólogos y charlatanes modernos, rendirte ante la colmena y subyugar tu mente ante los deseos de los poderosos que manejan el sistema, O bien decidir convertirte en un ser humano libre, un ser humano que no se limite a recoger información y repetirla, si no que la filtre, que reflexione, que dude... un ser humano que sea consciente de que es único, de que como él no existe absolutamente ningún otro, y que bajo éstos términos, es inmanipulable, ya que la manipulación mediática/social está pensada para la masa, para la colmena, pero él no es parte de la colmena, él tiene pensamiento propio, individual, y no necesita, ni permite, que nadie piense por él.

Sólo cuando seamos completamente conscientes del poder de ser úniques e irrepetibles, podremos conseguir la libertad individual y (por tanto) colectiva.


lunes, 6 de abril de 2015

Entre Hojas VI

Éste "entre hojas" lo voy a dedicar a los cuentos, esos grandes amigos que nos enseñan haciéndonos reflexionar y evolucionar por nosotros mismos. Éste cuento está extraído del libro "cuentos para pensar" de Jorge Bucay, os dejo el enlace de descarga aquí. Bueno, no me enrollo más y os dejo disfrutar de éste maravilloso cuento, espero que lo disfrutéis tanto como yo lo hice y os anime a leeros el libro.



La ciudad de los pozos

Esa ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esa ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes... pero pozos al fin.

Los pozos se diferenciaban entre sí, no sólo por el lugar en que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.

La comunicación entre los habitantes de la ciudad era brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.

Un día llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún pueblito humano. La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido. Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas.

Algunos se llenaron de joyas, monedas de oro y piedras preciosas.

Otros más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos.

Algunos más, optaron por el arte, y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas post-modernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.

Paso el tiempo. La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más.

Los pozos no eran todos iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior.

Uno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose. No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada. Todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.

Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. Él pensó que si seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad. Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho.

Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido. Al principio tuvo miedo al vació, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.

Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había desecho. Un día, repentinamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: ¡¡¡Adentro, muy adentro, y muy en el fondo encontró agua!!!

Nunca antes otro pozo había encontrado agua.

El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia afuera. La ciudad nunca había sido regada más que por lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar. Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto, en tréboles, en flores y en tronquitos endebles que se volvieron árboles después. La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar "El Vergel".

Todos se preguntaban cómo había conseguido el milagro. Ningún milagro -contestaba El Vergel - hay que buscar en el interior, hacia lo profundo.

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desecharon la idea cuando se dieron cuenta que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas.

En la otra punta de la ciudad otro pozo, decidió correr también el riesgo al vacío. Y también empezó a profundizar. Y también llegó al agua. Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo.

¿Que harás cuando se termine el agua? - le preguntaban.

No sé lo que pasará - contestaba - Pero, por ahora, cuanto más agua saco más agua hay.

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Un día, casi por casualidad los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma. Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.

Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto: La comunicación profunda que sólo consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar.

martes, 17 de febrero de 2015

Los trastornos mentales según Aldous Huxley

Mientras termino la actualización escrita por mí, en la cual hablaré sobre la libertad, os dejo un texto de Aldous Huxley perteneciente a "Nueva visita a un mundo feliz", el cual recomiendo muy mucho que os leáis.

"Parodiando la frase de Winston Churchill, podríamos decir que nunca tantos han sido tan manipulados por tan pocos. Estamos realmente muy lejos del ideal de Jefferson de una sociedad genuinamente libre compuesta de una jerarquía de unidades autónomas: "las repúblicas elementales de los barrios o poblados, las repúblicas de condado, las repúblicas estatales y la República de la Unión, formando un escalonamiento de autoridades".


 Vemos, pues, que la tecnología moderna ha llevado a la concentración del poder económico y político y al desarrollo de una sociedad gobernada (implacablemente en los Estados totalitarios y cortés e invisiblemente en las democracias) por la Gran Empresa y el Gran Gobierno. Pero las sociedades están compuestas de individuos y son buenas únicamente en la medida en que ayudan a los individuos a realizarse conforme a sus potencialidades y a lograr una vida feliz y fecunda. ¿Qué repercusión han tenido los avances tecnológicos de los últimos años en los individuos? He aquí cómo responde a esta pregunta un filósofo psiquiatra, el doctor Erich Fromm: "Nuestra sociedad occidental contemporánea, a pesar de su progreso material, intelectual y político, ayuda cada vez menos a la salud mental y tiende a socavar la seguridad interior, la felicidad, la razón y la capacidad para el amor del individuo; tiende a convertirlo en un autómata que paga su frustración como ser humano con trastornos mentales crecientes y una desesperación que se oculta bajo un frenético afán de trabajo y supuestos placeres."


 Nuestros "crecientes trastornos mentales" pueden manifestarse en síntomas neuróticos. Estos síntomas son claros y causan una zozobra extrema. Pero "huyamos –dice el doctor Fromm– de definir la higiene mental como la prevención de los síntomas. Los síntomas no son como tales nuestro enemigo, sino nuestro amigo; donde hay síntomas hay conflicto y el conflicto siempre indica que las fuerzas vitales que luchan por la integración y la felicidad siguen combatiendo todavía". Donde cabe hallar a las víctimas realmente incurables de la enfermedad mental es entre quienes parecen los más normales. "Muchos de ellos son normales porque se han ajustado muy bien a nuestro modo de existencia, porque su voz humana ha sido acallada a edad tan temprana de sus vidas que ya ni siquiera luchan, padecen o tienen síntomas, en contraste con lo que al neurótico sucede."


Son normales, no en lo que podría llamarse el sentido absoluto de la palabra, sino únicamente en relación con una sociedad profundamente anormal. Su perfecta adaptación a esa sociedad anormal es una medida de la enfermedad mental que padecen. Estos millones de personas anormalmente normales, que viven sin quejarse en una sociedad a la que, si fueran seres humanos cabales, no deberían estar adaptados, todavía acarician "la ilusión de la individualidad", pero de hecho han quedado en gran medida desindividualizados. Su conformidad está derivando hacia algo que se parece a la uniformidad. Pero "uniformidad" y libertad son incompatibles. Uniformidad y salud mental son incompatibles también... El hombre no está hecho para ser un autómata y, si se convierte en tal, la base de la salud mental queda destruida".


 En el curso de la evolución, la naturaleza se ha tomado muchísimo trabajo para que todo individuo sea distinto de cualquier otro individuo. Nos reproducimos poniendo en contacto los genes del padre con los de la madre. Estos factores hereditarios pueden combinarse en un número de modos casi infinito. Física y mentalmente, cada uno de nosotros es único.


 Cualquier cultura que en interés de la eficiencia o en nombre de cualquier dogma político o religioso trate de uniformar al individuo humano comete un ultraje contra la naturaleza biológica del hombre."

Como persona que tuvo un trastorno mental (y seguro que ahora tengo alguno, pero no diagnosticado), me siento profundamente identificado con éste texto. Nunca me he sentido uno más de la maquinaria, si bien es casi imposible vivir fuera del sistema en la sociedad occidental, ya que ésta lo abarca todo, siempre me he sentido como una pieza rota del engranaje, mas ésto no me ha producido el mismo malestar que a otras personas, algunas cercanas incluso, las cuales manifiestan su disensión en forma de depresión, insomnio, principios de esquizofrenia, de bipolaridad...

Tampoco ha aparecido en mí un sentimiento de superioridad absoluta, como he observado en algunas personas, las cuales creen que por no ser uno más de la masa son superiores a los demás, llegando a rozar (no soy psicólogo para diagnosticar nada, pero conozco los síntomas y...) el narcisismo.

A veces me veo hablando con alguien, me preguntan porqué duermo durante el día y estoy despierto durante la noche, que eso no es normal, otras veces me dicen que debo aprender a comportarme, a no decir según qué cosas en ciertas situaciones porque no es correcto... a veces les respondo con algo ingenioso, otras me puede el tedio y me limito a asentir o a decir el muy de mi tierra "poh ya veh".
No vivo con la preocupación de llevarle la contraria al sistema en todo, como otros muchos, simplemente vivo como a mí me apetece vivir, bajo mi único juicio y ley, si coincido con el sistema bien, si no coincido, mala suerte.

No me interesa seguirle el juego al sistema.
No me interesa llevarle la contraria al sistema.
Sólo hago lo que quiero, cuando quiero, procurando que todos mis actos sean decisión mía, y tomando responsabilidad por cada uno de ellos. Si molesto al sistema, que le zurzan, y si no, también.